Lionel Messi agotó nuevamente los adjetivos: con cifras estratosféricas, tripletes consecutivos y jugadas de videojuego, el argentino, ayer, en el triunfo 4-2 del Barcelona sobre Zaragoza, en La Romareda, anotó su segundo triplete consecutivo en la liga española y disputó uno de los partidos más memorables de su carrera, gracias a la magnitud de sus intervenciones personales.
Convirtió ocho de los últimos nueve goles del Barcelona en el campeonato local y anotó diez de los últimos 13 oficiales, al sumarse el partido contra el Stuttgart, por la Liga de Campeones.
Así como sucediera contra el Almería y ante el Valencia, Messi se robó el show del Barcelona y salvó a su equipo de una actuación irregular en la que mostró claras fallas en defensa.
La Pulga, que es el máximo anotador de la Liga con 25 goles, coronó su mejor acto del año en la segunda mitad del partido. Cuando el Barcelona se debatía entre la pasividad del Zaragoza y las falencias para aumentar el marcador, Messi robó el balón en la mitad del campo y enhebró una jugada personal épica hacia la maravilla que significó el segundo gol. El tercer tanto representó la velocidad de resolución en espacios reducidos con un disparo seco desde fuera del área.
Messi volvió a alcanzar el cielo futbolístico con su personalidad, técnica e inteligencia de juego. La charla del sábado con Diego Maradona en un hotel de Barcelona pareció haber surtido su efecto en Zaragoza.
El Mundial está a dos meses y medio de distancia y Messi se encamina hacia su gran prueba demostrando que puede ser el mejor jugador de la historia. Y sobre todo, que quiere serlo.