Después de años de buscar su lugar, Maronese se transformó en una referencia obligada del fútbol regional. En lo deportivo, ganó tres títulos "domésticos" en cuatro años, jugó en dos categorías federales y se quedó con el último campeonato en Lifune de manera invicta. En lo institucional, es uno de los clubes que marcan el camino por orden y gestión.
¿Cuál es el secreto de esta entidad que se levantó como un vergel en el medio del desierto? "Que existe un objetivo y que se gasta lo que se tiene, ni un peso más, ni un peso menos", contó Hugo Silva el día después de la goleada por 5-0 ante Don Bosco, en una final que fue más sencilla de lo esperado. El técnico-presidente es omnipresente y su administración es unipersonal. Como un patrón de estancia, maneja todos los detalles del club: desde gestionar fondos con el gobierno provincial (que aún le adeuda dinero) hasta decidir el largo del césped de la cancha.
Desde 2001, cuando estaba a punto de explotar la crisis, hasta hoy, el "Dino" solucionó los problemas legales con las tierras, compró un colectivo, levantó vestuarios, utilería, sanitarios, albergues, sembró su cancha y se transformó en la contracara de Lifune, que parece involucionar.
Hace unas semanas dio su tercera vuelta olímpica y selló un año de protagonismo. Sin miedo a la equivocación, después de Cipolletti, fue el mejor equipo del año.
Arrancó el 2009 con su tercera participación en un campeonato federal. La primera ronda fue un trámite para los dirigidos en ese momento por Cristian Bravo y ratificaron que el trabajo a largo plazo decanta en buenos resultados. Maronese y Unión de Allen pasaron de instancia casi sin despeinarse y ambos fueron víctimas del mismo equipo: Patagones, el último de los regionales en despedirse del pasado Argentino C.
Los maragatos dejaron en el camino a Los Magos en segunda ronda, por penales. Mientras, "Maro" eliminó ´caminando´ a Estudiantes de Bariloche y fue por Patagones. En la Comarca Ramiro García y Gabriel Lineares estamparon el 2-0 que parecía definitivo, pero el equipo de Jaime Devincenzi volvió a tener una tarde heróica, esta vez en el Oeste neuquino, y los de Bravo dijeron adiós con un nudo en la garganta.
El golpe fue duro, pero el conjunto neuquino se sobrepuso, afrontó un Clausura de Lifune signado por el desorden dirigencial y la vergüenza general, ganó su zona, llegó a la final con Centenario, se impuso en la ida 2-1 pero cayó en la vuelta 3-1.
Unas horas después Bravo y Silva tuvieron una fuerte discusión y allí se terminó un ciclo que comenzó como un ensayo y acabó de manera exitosa, con un título (2008), un subcampeonato y una buena actuación "federal".
El presidente tomó las riendas y el equipo no perdió más: en la primera fase sólo Pérfora pudo empatarle, ya que el "Maro" ganó los otros siete partidos (cuatro por goleada). Llegó al cuadrangular final, empató de local con Alianza, apabulló a Unión de Zapala y Petrolero. Definió con Don Bosco que le costó en la ida y le sobró en la vuelta. Ahora, su gran objetivo es el ascenso al Argentino B.