"Yo siempre le digo a los jugadores: ´Me siento un tipo exitoso, un técnico exitoso y ustedes deberían sentir lo mismo. A este equipo no lo valoran, pero en algunos años se acordarán muy bien de ustedes". Domingo Perilli fruncía el ceño al decir estas palabras, seguramente intentando sujetar las críticas que tenía en la punta de la lengua. A esa altura, Cipolletti estaba por encarar su segundo partido del pentagonal final del Apertura y todavía se escuchaban voces desconfiadas.
Fue empate en Maipú -cuando Perilli dijo aquello-, triunfo ante Rivadavia de Lincoln e igualdad en Santiago del Estero, para sellar un 2009 de novela, acallar críticas y quedar a dos pasos de la B Nacional. Porque ahora habrá que esperar otro semestre, pero lo concreto es que Cipolletti ya está en semifinales de la temporada y si en el Clausura gana otra vez el pentagonal, estará en la final.
Al Albinegro, más allá de su historia y de sus pergaminos inmediatos, todo le cuesta el doble. El apoyo económico no aparece, los hinchas se resisten a seguirlo en forma masiva aunque como contrapartida el plantel no deja de cosechar resultados favorables.
En los primeros seis meses del 2009 la luchó con un presupuesto escaso, quedó primero en la general y encaró el cuadrangular decisivo con la ilusión de emigrar del Argentino A.
En esos meses Hugo Prieto se transformó en un tornado de velocidad y adrenalina que arrasó a las defensas, y Cipo en un equipo sin fisuras tanto en La Visera como fuera de ella. Durante la temporada que fue de agosto de 2008 a junio del año pasado, los de Perilli sacaron 74 de los 114 puntos que jugaron, el 65 por ciento, y con un plus: de visitante se trajeron más de la mitad de las unidades.
El gran mérito del cuerpo técnico cipoleño fue moldear una estructura futbolística que, aunque sin lucimiento, jamás se derrumba, un equipo que impone respeto en cualquier cancha, que sabe de sus virtudes y conoce aún más sus limitaciones. Ningún conjunto del país sacó tantos puntos fuera de sus dominios durante el 2009, y "ninguno llegó en las últimas tres temporadas a instancias decisivas", decía Perilli en aquella tarde mendocina.
El 30 de mayo llegó hasta Paraná con la ilusión de pegar el golpe definitivo, pero en Patronato un tal Diego Jara se transformó en su peor pesadilla y el sueño del ascenso se disipó de nuevo.
Volver a empezar fue un verdadero desafío. Las finanzas estaban complicadas y aunque la dirigencia incrementó el presupuesto hasta 170 mil pesos mensuales, Cipo fue el único de la categoría que no sumó refuerzos, y para colmo Bruno Weisser fue operado de la rodilla.
La historia es reciente y conocida: Cipolletti se impuso en su zona, clasificó al pentagonal, ganó en el mini torneo los dos partidos en casa y empató un par fuera de ella, y se quedó con el pasaporte a la semifinal de la temporada. Ahora tira toda la carne al asador para ir en busca del gran sueño.