Le molestan las comparaciones. No quiere oir hablar de lo que otros hicieron y evade a los que pretenden meterlo en el "si puede o no superarlos". Con su juego, Ángel Cabrera, pulveriza a los analistas, los deja fuera del corte, porque no responde a los moldes. Donde hay talento, no siempre entran las explicaciones fáciles que suelen acompañar a los "especialistas".
La contundencia de su juego es distintiva en el circuito mundial, porque muy pocos pegan como él. Resiste a los que apuntan a su poco apego a trabajar su físico. No pasa por el gimnasio, no tiene preparador físico y... disfruta lo que hace.
La dimensión de lo hecho por el "Pato" en el 2009 tiene su punto sobresaliente en el Masters de Augusta, uno de los cuatro "mayores" del golf mundial, por premios y prestigio.
En los otros GS, para los ganadores fue la primera vez: YE Yang (PGA Championship), Stewart Cink (Abierto Británico) y Lucas Glover (US Open).
En el Masters el cordobés venía tres golpes abajo del estadounidense Kenny Perry, a la altura del hoyo 12 y lo ganó en ese tramo final al 18, con un fortuito rebote en un árbol incluido y una soberbia actuación con su putter -el palo para jugar en el pasto corto, cerca del hoyo-.
Confirmó así que lo del US Open 2007 no fue una casualidad, que su calidad aguanta varios desafíos y se atrevió a prometer que "voy por el tercero".
Cabrera fue el primer latinoamericano en ganar el exclusivo saco verde de Augusta con el que el campeón saliente "viste" al nuevo. Es un torneo especial, porque es el único de los integrantes del Grand Slam que no cambia de cancha y cuyos campeones tienen el pase para jugarlo hasta cuando les den las fuerzas.
En el 2010 será el "Pato" el que elegirá el menú en la cena de los campeones, la noche previa al comienzo del campeonato y la carta está echada: asado y fernet con cola.
Muy pocos se anotan en dos majors en su carrera, muy pocos pegan tan largo y parejo, muy pocos resisten comparaciones, muy pocos disfrutan mientras compiten. Cabrera juega y punto.