La nueva edición del duelo más apasionante del tenis de los últimos años tuvo en 2009 un ganador claro, Roger Federer, un perdedor herido, Rafael Nadal, y un actor secundario que saltó a escena para ejercer de inesperada bisagra, Robin Soderling.
El terremoto que provocó el sueco al hacer humano al rey de la arcilla en los octavos de Roland Garros fue tal que la temporada ya no volvió a ser igual: lo que se imaginaba un paseo de Nadal tras ganar el Abierto de Australia y cuatro títulos más, terminó siendo el año del revivir de Federer, que había roto en llanto al perder la final australiana.
Pero las rodillas de Nadal se deshilacharon por el sobreesfuerzo, Soderling aprovechó la coyuntura y ganar en París, el torneo esquivo, encendió a Federer.
Semanas después, el helvético no sólo ganó su sexto Wimbledon en una final de infarto ante Andy Roddick, que lo tuvo contra las cuerdas; sino que tras igualarlo en RG, logró superar el récord de Pete Sampras de 14 grandes e instaló en 15 la nueva plusmarca.
La ausencia de Nadal en esa parte de la temporada le dio respiro, manga ancha para reinar de nuevo y disfrutar con mayor intensidad, si era posible, el nacimiento de sus hijas gemelas.
El español estuvo lejos de las canchas desde aquella fatídica tarde ante Soderling hasta mediados de agosto, debido a una tendinitis en ambas rodillas. Un desgarro abdominal lo perjudicó en el US Open y terminó de complicarle una temporada, que sólo se recompuso con la obtención en diciembre de la Copa Davis.
El año dio lugar a la afirmación del británico Andy Murray y del serbio Novak Djokovic como alternativas firmes a la dualidad Federer-Nadal.
Murray hizo suyo el primer semestre del año, llegando por primera vez al número tres del ranking, pero Djokovic tuvo un "rush" final avasallador, que le permitió recuperar el lugar en el podio.
A estos se suma Del Potro, para que en el 2010 se de una lucha espectacular para cinco.