Amante de la buena vida, distendido y lejos del profesionalismo que impera en la categoría, Emanuel Moriatis se metió en la historia grande del TC, al conquistar ayer su primer título nada menos que en el mítico autódromo "Oscar y Juan Gálvez", en Buenos Aires.
Miles de veces respondió, ante la pregunta de lo que lo diferencia de otros pilotos, es que "al automovilismo lo disfruto, si bien siempre quiero salir primero. No me gusta ponerle dramatismo a las cosas".
El verdadero Moriatis es amante de la buena vida, disfruta de su pinta y de su posición económica, pero también con su forma desacartonada, que se ve en los circuitos, donde rara vez no está con una sonrisa.
De la misma forma es Moriati en la pista. Cuando está enchufado, como en la definición del TC, es contundente. Ganó sus últimas tres pruebas, dos con el Ford Falcon y otra en el Turismo Nacional. Antes, fue el mejor privado en el TC 2000.
"Si Moriatis quisiera, tranquilamente podría pelear el título y hasta ganarlo, pero tiene otras prioridades en la vida", confesó el año anterior Hugo Cuervo, el dueño del equipo del nuevo campeón, definiendo la forma tan particular de encarar el automovilismo de Moriatis.
Este año, sin perder su buen humor y sin dramatizar, se dio cuenta que estaba para cosas importantes. Primero fue en el TC 2000 y ahora en el TC, donde se metió en la Copa de Oro con el último suspiro.