Emotiva, incierta, peleada y también polémica, como toda final. En este contexto casi caótico- hasta el mal tiempo jugó su papel- el colmado José Amalfitani vio como Vélez lograba el único resultado que le permitía ser campeón. El discutido gol logrado por Maxi Moralez a los 38´ del ST, le dio el título al equipo de Gareca y por ende el título del Clausura.
A Huracán le alcanzaba con el empate para consagrarse, pero el juego atildado que practicó el equipo de Ángel Cappa en casi todo el torneo, lució desaliñado ayer y lo pagó caro. La derrota deja vacío al Globo, el "equipo del pueblo" por la bondades de su fútbol, que en Liniers no pudo ponerle la frutilla al postre.
Ambos respetaron sus saberes y rindieron honores a los méritos que hicieron de los dos equipos los posibles dueños genuinos del torneo. En definitiva fue para Vélez en una final maculada por errores puntuales del árbitro Gabriel Brazenas (ver aparte).
De ello no tuvo la culpa Vélez, que tuvo la gestión más dura de tener que ganar. Los de Gareca jugaron tal cual lo hiciron en todo el torneo, con un mediocampo que sabe achicar y presionar, con soltura de sus laterales y con arremetidas de sus delanteros, ayer no tan afinados.
El PT resultó cambiante. Antes de la interrupción por el granizo que cayó sobre Liniers, cuando se llevaban jugados 19´, Huracán fue el más criterioso, y luego, tras la reanudación, Vélez asumió el protagonismo.
Los últimos 45´ tuvieron, casi siempre, una misma imagen: un Vélez que fue perdiendo la compostura a medida que pasaban los minutos y un Huracán que ganaba en confianza. Pero llegó el minuto 38. Un centro cayó sobre el área de Huracán, Monzón fue a buscar la pelota y fue chocado por Larrivey, Moralez aprovechó y anotó. Lo que vino después fue un caos: Moralez fue expulsado por sacarse la camiseta luego del gol; y Cappa a los insultos con los auxiliares de Vélez porque escondían los balones.
El campeón fue Vélez, pero el hincha de Huracán sentirá en su interior si hay lamentos, angustias o agradecimientos eternos por ver otra vez al equipo desparramando el fútbol que les parecía añejo, más allá de que el trofeo quede en otras dignas manos.