Es el español de los milagros. Ese que no sabe de utopías y que las cosas más extraordinarias las transforma en lo más mundano. Fue el encargado de hurtarle el trono a quien los especialistas habían llamado a ser el mejor tenista de todos los tiempos. Un tipo "humilde y sencillo", adentro y afuera de la cancha, según lo describen quienes lo conocen. Un muchacho que se hizo hombre de buenas a primeras, un Rafael Nadal que durante este 2008 que expira encolumnó una hazaña detrás de la otra con la normalidad de los "superdotados".
Pocos esperaban que fuera éste el año del cambio de mando en el imperio del deporte blanco. El día D fue ni más ni menos que el 6 de julio, cuando se disputó el partido más memorable en la historia.
Cuando la luz del día era casi imperceptible, Nadal se desplomaba en el césped de Wimbledon y le arrebata el cetro a Roger Federer en un maratón de cinco sets que duró exactamente 4 horas y 48 minutos, con un par de interrupciones por lluvia de por medio. La victoria en La Catedral no fue cualquier otra: una rotación de guardia se estaba dando en el deporte, porque el suizo perdía en Londres una racha de 40 victorias consecutivas y un record de 65 en hierba.
Nadal se transformaba en el primer español en coronarse en el All England Club desde Manolo Santana en 1966, aceleraba el derrocamiento del "Expreso suizo", que fue número uno 237 semanas consecutivas, y desataba un verdadero big bang en el tenis, por sus 22 años y porque con su estilo basado en potencia y golpes de efecto, pocos creían que podría lograr en pocas semanas la transición de la arcilla a la hierba.
Su quinto triunfo en un Slam le permitió ser el primer tenista desde Bjorn Borg, en 1980, en consagrarse campeón en el polvo de ladrillo del Abierto de Francia -por cuarto año seguido- y el césped de Wimbledon.
El 18 de agosto, y después de adjudicarse nada menos que la medalla de oro en Pekín, se transformó oficialmente en el mejor jugador del planeta. Igual no se la cree, algo que dejan ver sus propias palabras. "Probablemente vaya a ser número dos de nuevo en unos pocos meses. Uno nunca sabe. La presión no cambia'',
señaló después de destronar a un Federer que llegó al record de Pete Sampras de 14 Gran Slam ganados.
El final de temporada terminó siendo con desenlace anunciado, porque la rodilla derecha de "Rafa" dijo basta y tuvo que bajarse tanto del Masters Series de Shanghai como de la final de la Copa Davis que sus compatriotas se encargaron de llevar a España, dejando a los argentinos sin nada y con la sensación de que habían desaprovechado una chance única.
De todas formas, la rivalidad Nadal-Federer promete seguir derramando tinta. El propio Sampras vislumbra a ambos superando su record de Slams. "Si uno lo piensa, Rafael tiene tantas posibilidades de ganar más de 10 torneos que nadie. Creo que Roger va a romper esta marca en los próximos dos años y creo que Rafa, si gana más Abiertos de Francia, y si gana un par de torneos de Wimbledon, podría tener por lo menos de 10 a 12 campeonatos de Grand Slam cuando termine su carrera, si no es que más", dijo.
Mientras Nadal luchó a capa y espada ascender a la cima, el circuito femenino fue un carrusel por el número uno, que cambió de manos como si fuese una papa caliente. El inesperado retiro de Justine Henin (a los 26 años) fue lo que provocó la inestabilidad, porque Maria Sharapova, campeona en Australia, heredó el trono, pero lo perdió en cuestión de semanas ante Ana Ivanovic, triunfadora en Roland Garros.
La serbia duró poco, ya que su compatriota Jelena Jankovic la desplazó en agosto e inmediatamente después Serena Williams se adueñó del mismo al imponerse en el Open estadounidense. Serena no pudo sostenerse y nuevamente Jankovic ascendió al sitial, pese a que en sus pergaminos aún no aparece la conquista de algún Slam.
En síntesis: juegan poco, pero las hermanas Williams son las que siempre ganan las "grandes" citas.