Los escasos festejos que tuvieron los equipos argentinos en el fútbol vernáculo en este 2008 que se despide tienen más sabor a consuelo en pos de anestesiar frustraciones que a celebración. Ni Boca y ni River, los ganadores de los dos torneos locales, pudieron cerrar un año redondo.
Tal vez porque Boca rió último haya sentido más alivio, y en este fútbol de comparaciones tenga como alimento a su ego la aparición, por primera vez, de su archirrival en el fondo de la tabla.
El "Xeneize" dio la vuelta al final en la extensión de un pobre torneo Apertura, con una derrota ante Tigre y sus méritos valen más contabilizarlos por haber emergido de un sinfín de problemas que por lo hecho en el campo de juego. Pero lejos estuvo de tener un año consagratorio, pese a haber ganado la Recopa Sudamericana ante Arsenal.
Quizá lo peor que le pasó al equipo de Carlos Ischia fue perder cuando mejor jugó, ante Fluminense en la semi de la Libertadores. Hasta allí había sido el equipo más sólido de los cuatro que llegaban, pero no alcanzó con jugar de igual a igual en el Maracaná.
River fue campeón del Clausura. Gastó a su rival histórico con aquella camiseta con el número 33 por sus títulos en el profesionalismo, pero no alcanzó para evitar un balance por lejos negativo. Bajo la batuta de Diego Simeone salió campeón sin tener un equipo definido, con Ariel Ortega y Diego Buonanotte salvando las papas en varios partidos.
Pero llegó la Copa Libertadores, que hace doce años que no obtiene, y comenzaron los dolores. Regaló un partido increíble ante San Lorenzo con dos jugadores de más y quedó marginado de la competencia que más le interesa.
A los tumbos inició el Apertura y rápidamente se quedó fuera de juego. Apostó a la Sudamericana y cuando parecía emerger también entregó el partido en México que lo hubiera llevado a la final.
El "Millo" se quedó sin nada y peor aún, por primera vez terminó último en un torneo en el que ya no tenía a Ortega con sus problemas a cuestas y con Simeone cansado de las salidas del futbolista. Buonanotte ya no tuvo la luz que había alumbrado antes de su paso por los Juegos de Pekín y el Cholo se fue con el estigma de haber dejado a River con la mácula de su peor campaña.
El otro equipo grande que peleó en los puestos de vanguardia fue San Lorenzo, que armó todo para hacer del año de su centenario algo histórico e inolvidable.
Con Ramón Díaz al frente, sostenido por la dirigencia y por el grupo inversor que comanda Marcelo Tinelli, la gente del "Ciclón" estalló en éxtasis con aquel "Monumentalazo" ante River por la Copa, algo que duró un suspiro.
El arquero Agustín Orión intentó una avivada y le salió el tiro por la culata ante la Liga de Quito. Empate acá, empate en la altura ecuatoriana, penales y afuera. Así se evaporó la gran ilusión de tener al fin la Libertadores en la vitrina.
Allí comenzaron los problemas. El clima se hizo insostenible, no hubo respuesta en el final del Clausura y Ramón se fue. San Lorenzo había armado su año con el objetivo de tener al fin su primera Libertadores, pero sólo se quedó la frustración.
Llegó Miguel Russo. El equipo estalló hasta más allá de mitad de campeonato, pero se vino abajo tras llevarle 5 puntos a Tigre y 8 a Boca, con los que definiría en el triangular final.
Sin las luces de su mejor momento arribó al todo o nada y le ganó a Tigre. Los temores por el organigrama del mini torneo (por tener que jugar los dos primeros partidos en forma seguida) se hicieron carne y hubo quejas hacia la AFA aduciendo que el fixture beneficiaba a Boca. Pero la suerte estaba echada, y uno de los que más se equivocó fue el presidente Rafael Savino.
San Lorenzo al final perdió por dos goles y terminó eliminado por los "xeneizes" antes de la definición. Así, no ganó nada en el año y su premio consuelo fue alcanzar nuevamente la Copa el año próximo.