El ambiente no era el mismo de hace treinta años atrás. Donde estuvieron Jorge Rafael Videla, Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti y Carlos Alberto Lacoste y Joao Havelange, ayer hubo vacío, tampoco se escucharon marchas militares. El Monumental volvió a ser escenario de una final, esta vez organizada por las asociaciones de derechos humanos.
Hubo imágenes sueltas de una tarde distinta: las Abuelas, Madres de Plaza de Mayo y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, ingresando al estadio de River con una larga bandera azul en la cual están estampadas las fotos de los desaparecidos; el reconocimiento hacia Leopoldo Luque, Julio Villa y René Houseman, tres de los campeones mundiales del '78. "Esta presencia significa alejarme de aquel proceso con el cual nunca coincidí. Aquello fue una realidad y una situación que nos tocó vivir. Nada más lejos de mis pensamientos están la dictadura y los crímenes que cometió. Si este partido sirve para despegarme de aquello, bienvenido sea", reconoció Villa.
También hubo emoción y entusiasmo en la gente que llegó al estadio, y no sólo en las personas ligadas a los organismos de derechos humanos, hubo familias y también muchos jóvenes. Contra el olvido, contra las dictaduras, en el estadio de River, se jugó otra final, no fue por un Mundial, sino por la memoria.