No son pocos ni menores los cambios que ha provocado el desembarco de Marcelo Bielsa en la selección chilena. Su figura de entrenador hiperprofesional, austero, alejado del rumor y la especulación de la prensa amarilla, de verbo sólo apto para entendidos en la materia, académico, representó desde el principio un milagro sudamericano muy tentador para la actual conducción del fútbol trasandino, liderada por Harold Mayne-Nicholls.
Bielsa encaja perfectamente en el prototipo de sociedad que Chile sueña con llevar a buen puerto en aproximadamente 20 años. Para entonces el país del otro de la cordillera se imagina desarrollado y pujante con una tasa razonable de desempleo que por estos días, mal que le pese a su clase política, todavía se estima en un 7,7 por ciento.
A la vez para el proyecto deportivo, Bielsa representa un ideario social y económico. El hombre adecuado para un trabajo que nadie se animaba asumir. Porque si bien es cierto que existe un contexto de orden y progreso, este no se traslada al universo del deporte.
Chile protagoniza un inmejorable panorama económico, con reservas que llegan a los 17.000 millones de dólares, y una deuda externa que anda por los u$s 47.590 millones de dólares, pero esto no significa que el gobierno se muestre muy interesado en el deporte en general ni en el fútbol en particular.
Si tal interés existe está únicamente vinculado con el deseo empresario de mejorar una imagen en el exterior que hoy se sostiene en pilares de la exportación macro como el cobre y el vino, más no en el desarrollo de virtudes interiores, por caso, el deporte y el arte.
El reparto de la riqueza en Chile, en los últimos 30 años, no ha sido equitativo y probablemente nunca lo sea. Las clases bajas y media bajas, donde se forjan una gran mayoría de los futbolistas, han carecido por décadas de la debida atención.
Es el contexto en el cual se desempeña Marcelo Bielsa. Resulta difícil medir cuánto de esta coyuntura toca los intereses del propio técnico, puesto que la dirigencia chilena le otorgó todo aquello que el entrenador solicitó. Por ejemplo, se dijo que al entrar en el Complejo Juan Pinto Durán, lugar de entrenamiento de la selección, Bielsa hizo comentarios críticos acerca de su estructura, por lo que los millonarios trabajos de remodelación comenzaron inmediatamente.
Al día de hoy Marcelo Bielsa ha cumplido con creces las expectativas del medio deportivo nacional. En cuestión de meses la mentalidad transandina acostumbrada a hacer de débil partener en el exterior ante cualquier selección que se le pusiera en frente, comenzó a cambiar al punto de darse por hecho que Chile saldría a pelear todos los partidos y a ganarlos de darse la oportunidad.
En su preparación hacia la eliminatorias, Chile en sus planteles adultos y Sub 23, obtuvo más triunfos que derrotas y en la última versión de la 36ª edición del Torneo "Esperanzas" de Toulon disputó y perdió por 1-0 la final frente a Italia.
Queda mucho camino por recorrer -Mayne-Nicholls ha declarado que quiere a Bielsa hasta el 2011- y no todos serán de la partida. El primero en bajarse del sistema de trabajos impuestos por Bielsa fue el histórico goleador Marcelo Salas.
Ahora en Juan Pinto Durán sólo hay espacio para la tecnología, la memoria y la precisión que tanto gustan a Bielsa. Mientras tanto Chile, hijo ejemplar del sistema de mercado, suma divisas y ahorra dinero. Habrá que ver si sigue invirtiendo en su escuadra o finalmente destina sus dólares a algún fondo de bajo riesgo.