TUCUMÁN.- No sería una exageración decir que Tucumán es una isla en el océano futbolístico argentino. Mientras todo el mundo estuvo pendiente del Boca-River, al menos entre las 15 y las 17, en el Jardín de la República miles ni siquiera recordaron que en La Bombonera había un cotejo trascendental.
Atlético Tucumán es un coloso del interior, lo dice su historia y lo confirma la actualidad. Si no, lea: 24 horas antes del choque con Cipolletti se vendieron 10.000 entradas anticipadas, de las casi 23.000 que se cortaron; en la entrada al estadio encallado en Villa 9 de Julio, en el límite con el exclusivísimo Barrio Norte, se entregaron 30.000 rollos de papel para vestir más la fiesta; cuatro horas y media antes del inicio ya se veían micros repletos con camisetas del "Decano".
Esta enorme expectativa se hizo carne en el plantel local. Al estilo "bilardiano", Jorge Solari concentró a sus muchachos 24 horas antes, con una peculiaridad: les cortó comunicación con el mundo exterior. Para ser exactos, sí los dejó mirar la tevé y escuchar la radio, aunque no se sabe a ciencia cierta si alguno de ellos pudo, en la previa, informarse sobre lo que sucedía en torno al Monumental tucumano.
El "Indio" aisló a sus jugadores en un hotel céntrico, cortó los teléfonos y esperó el partido. Cipolletti llegó en avión a Tucumán, se instaló en el confortable complejo Central Norte y después de los 90', un colectivo lo llevó del estadio al aeropuerto y de ahí a nuestra región.