De los 24 equipos que jugaron en Primera División durante 2007, 19 de ellos cambiaron su entrenador, en algunos casos más de una vez. Pero hay un dato que sorprende aún más y refleja de un modo más profundo el año que está a punto de terminar, ese en que los directores técnicos vivieron con sus pies sobre un terremoto constante: fueron 73 los entrenadores que dirigieron en Primera en 2007.
La inestabilidad empeoró el año pasado si se tiene en cuenta que en 2006 fueron 67 los entrenadores que dirigieron en Primera. En cambio, 65 lo hicieron en 2005 y 60, en 2004. Sin embargo, en el año de las renuncias, la gran historia fue la de una permanencia, la de Ramón Díaz en San Lorenzo. Todo el país futbolero estuvo pendiente aquella mañana del jueves 22 de noviembre de la decisión del riojano: si aceptaba la oferta de dirigir a River o de continuar en San Lorenzo. Finalmente se quedó.
Los números sorprenden, pero sólo unos instantes. Es que el cambio constante de entrenadores y su consecuente interrupción del proyecto de trabajo iniciado ya son parte de nuestro fútbol de cada día. Entonces, cabría preguntarse si en verdad existe proyecto futbolístico alguno o si sólo se trata de dar con la persona indicada en la búsqueda del triunfo inmediato. Porque, al fin y al cabo, llegada de Ramón Cabrero al banco de Primera División de Lanús sucedió tras la traumática salida de Néstor Gorosito, en diciembre de 2005.
Dicho de otro modo, Cabrero también llegó trajeado de bombero para sofocar la hoguera que era el "granate" en aquel tiempo. Sostenía Nicolás Russo, entonces director del Departamento de Fútbol: "Ramón Cabrera y Luis Zubeldía se van a hacer cargo del equipo, al menos hasta diciembre, y si nos conforma el trabajo y se dan los resultados, tienen posibilidades de seguir". Los resultados se dieron, la dupla técnica siguió y el resto de la historia es conocida: dos años después, Lanús campeón.
No todos iguales
Todas las renuncias van a parar a la misma bolsa, desconsiderando la coyuntura en las que cada una de ellas se produjo. En el primer semestre, el Taladro se deshizo de su entrenador con sólo tres partidos dirigidos (dos derrotas y un empate). En cambio, a Pipo no sólo lo despidieron en la quinta fecha los resultados (apenas un triunfo, dos
empates y dos derrotas), también y principalmente, el caos de un club al borde de la quiebra, sin gobierno y en manos de las barras bravas. Decir que Rosario Central tuvo seis entrenadores en un año permite una lectura diferente de la partida de Gorosito.
Es cierto, hubo 73 entrenadores dirigiendo en Primera, pero decirlo así es olvidar la historia de cada renuncia. ¿Se puede decir lo mismo de las dimisiones de Jorge Burruchaga en Independiente que de las de Reinaldo Merlo y Antonio Mohamed, en Racing y Huracán , respectivamente? Probablemente, no.
Burruchaga se fue promediando el Clausura, menos de un año después de asumir. Los resultados no aparecieron tan pronto como los hinchas y la dirigencia esperaban, entonces decidió dar un paso al costado.
Distinto de lo que ocurrió con Mostaza y el Turco, quienes dejaron sus cargos sin que nadie se los pida y en conflicto con los dirigentes.
Aún así, entre Merlo y Mohamed hubo diferencias: Racing iba camino a una mala campaña, mientras que Huracán ilusionaba. Al final, aquella tendencia se mantuvo: la Academia resultó un fiasco más allá de Merlo y el 'Globo', una grata sorpresa, más allá de Mohamed.
Hoy, cuando una nueva temporada está comenzando, algo parece claro: la idea de proyecto ya no es parte, al menos del fútbol argentino y los entrenadores, quizás ahora como nunca antes, son el punto de fuga de sus propias equivocaciones, pero también de las equivocaciones de los dirigentes y de las circunstancias históricas de los clubes, de las cuales el fútbol-juego es apenas una parte.
El contraste es Lanús, un proyecto de "emergencia" que demostró que puede pensarse a largo plazo, incluso para ser campeón. Ahora que está probado que funciona, ¿quién será capaz de seguir sus pasos?
por JUAN MOCCIARO