El desplante de Ramón complicó la dura situación de River. Lo del riojano huele a una maniobra para desacreditar aún más a Aguilar.
River es una picadora de carnes, y a esta altura ya no quedan dudas de ello. Por eso, no extraña que los técnicos se nieguen a dirigirlo aún siendo uno de los clubes más poderosos del mundo.
El sábado, después de la caída ante Colón, 300 hinchas se reunieron en el hall del club para despotricar contra la dirigencia. Durante el partido fueron muchos los que ovacionaron a Leonardo Astrada, un técnico que se fue por la puerta de atrás después de ganar el último título con River. Pero el "Negro", un tipo de coraje, señaló públicamente que prefería cumplir el contrato con Colón. Es decir, marcó la cancha antes que a algún dirigentes 'millonario' se le ocurra hacerle el convite. Otro hijo pródigo que prefería la distancia.
El panorama de River es aún más desolador después de la negativa de Ramón. La negociación entre el riojano y José María Aguilar fue un nuevo acto hipócrita del fútbol argentino. Se sabe: Aguilar fue quien no le renovó contrato al "Pelado" después de haber ganado uno de los últimos torneos locales.
Pero el odio mutuo que se dispensan llegó al máximo el sábado 4 de diciembre de 2005, día de elecciones en el club. Aguilar, aún inmune a la guerra de barras, la sequía de títulos y las acusaciones de corrupción, llegaba a los comicios con amplia ventaja y lograría la reelección por paliza, con un porcentaje de votos que envidiaría hasta Cristina Kirchner: 51,96%. Detrás, muy lejos, quedaron Alfredo Davicce (17,54%), David Pintado (15,67%) y Daniel Kiper (7,18%).
Ramón Díaz, con ínfulas mesiánicas, apareció y se instaló en la platea San Martín junto a Pintado, creyendo que su sola presencia bastaría para poner de cabezas los comicios. Y fue así, dado que la "picardía" del riojano terminó en un vergonzoso enfrentamiento donde hubo forcejeos, corridas, piñas, silla voladoras y hasta un custodio del "Pelado" que sacó un arma de fuego. Ese día no sólo perdieron Davicce, Pintado y los demás candidatos. También lo hizo el técnico más ganador de River. Norberto Alonso lo acusó sin nombrarlo: "Si yo tengo que entrar a River custodiado me pego un tiro".
Y hasta el mismo JM Aguilar se regodeó con su papelón: "Alguna vez Alonso fue candidato y yo al Beto lo admiro pero no lo voté. Ramón bajó de su pedestal y llegó a la tierra de la política. Espero que no termine embarrado".
Tantas fueron las crisis en River, que ahora Aguilar perdió hasta el mínimo respeto y Ramón volvió saludando a su pueblo desde la carroza del triunfo. El mismo Ramón que se valió de la influencia que en los '90 tuvo Carlos Menem en la institución de Núñez para mantenerse en el cargo, más allá de sus probados éxitos y sus alternados fracasos. Ese Ramón que amenazó siempre con destapar denuncias de corrupción y que mantuvo buena relación con los 'barras'.
En este juego de conveniencias, Ramón era el único (y peligroso) salvavidas que Aguilar tenía a mano para intentar que su segunda gestión no termine en las alcantarillas. Y esta vez el ganador fue el riojano, que le hizo un corte de manga al dirigente y lo dejó en ridículo. A esta altura poco importa si el elegido es el "Cholo" Diego Simeone (es poco probable), Américo Gallego, José Pekerman o Claudio Borghi.
Hay dos cosas en claro: por un lado, la gestión de JM Aguilar no tiene sustento y apoyo de ningún sector, y el fracaso ya es una realidad: por el otro, la maniobra de Ramón Díaz para desacreditar aún más a Aguilar está más que probada, aunque muchos medios afines al riojano intenten maquillarla por el lado del cumplimiento de la palabra empeñada.
Es claro lo que piensa el pueblo riverplatense acerca de JM Aguilar. Habrá qué ver cómo responde cuando Ramón vuelva a pisar El Monumental. (S.B)