No hace mucho, a fines de julio, Novak Djokovic se vio envuelto en uno de esos escándalos que haría estragos en la "prensa del corazón" argentina. El serbio cayó inexplicablemente en segunda ronda de Umag (Croacia), frente a su compatriota Viktor Troicki, y varios medios de comunicación dijeron que perdió porque no tenía resto físico, ya que la noche anterior había estado de juerga, con protagonismo especial en una orgía con "azafatas del torneo".

Su padre, Srdjan, salió a desmentir los rumores como un felino que defiende a sus cachorros. Pero dicen en su entorno más cercano que Novak se burló de los comentarios y que no le dio mayor importancia. Este joven rebelde, insolente y atrevido dentro de la cancha, desprejuiciado y siempre de buen humor, se dio ayer el gustazo de vencer a Roger Federer en la final del Masters Series de Montreal y privarlo de obtener su título número 50.

Cuando el 7-6 (2), 2-6, 7-6 (2) ya era un hecho, y los espectadores canadienses tenían las palmas inflamadas de tanto aplaudir a los dos gladiadores, Novak, un muchachito de 20 años, miró a los ojos del "Expreso Suizo", el defensor del título, y le dijo: "Roger, no te disgustes conmigo, pero tengo que decirlo: no puedes ganar todo".

El estadio descargó al unísono una carcajada inmediata, y el serbio, ahora muy respetuoso, aclaró que su mayor logro fue vencer a "quien quizá sea el mejor jugador de la historia del tenis mundial".

Así es Djokovic. Un tenista poco convencional, de los que ya no quedan. Siempre sonríe, es amable con la prensa y le encanta hablar en público. Es de los pocos que aseguran estar apasionado por lo que hace, y que trata de ser positivo.

En su corta carrera ya atesora varias anécdotas. En París confesó que su vida "era maravillosa". Ese fue el pie para ofrecer uno de sus habituales chistes: "¡Perdón David!", dijo retorciéndose de risa. Tras imitar a Nadal, a Federer y a Maria Sharapova, se había transformado en Nalbandian. Una gran panza era el signo distintivo que eligió para caracterizar al cordobés, ante el asombro de los periodistas.

En Montreal su triunfo adoptó forma de hazaña, ya que consiguió superar a los tres primeros preclasificados en un mismo torneo, algo que no se lograba desde Estocolmo 1994, cuando lo hizo Boris Becker. El serbio (4º del mundo, aunque esta semana será 3º) superó a Nalbandian en octavos de final, a Andy Roddick (3º) en cuartos y luego a Nadal (2º) en la semis.

Desde hace algunos meses habita en el mundo "hot" de los jugadores, además de ser miembro de un club exclusivo de 'teenagers' que consiguieron ser top ten. Apenas son 18 miembros.

"Soy el tipo de persona que disfruta lo que hace, de estar en la cancha, rodeado de público. Amo el tenis, el estar rodeado de gente. Trato de ser lo más positivo que puedo, y quiero seguir así. Hay algunos jugadores a los que les gusta sólo enfocarse en el tenis, evitar los discursos y todo eso, pero yo no soy así", repite con sinceridad cada vez que se encuentra de frente con un micrófono.

Mientras, los especialistas, adoradores del juego potente y compacto del serbio, ya juran que Novak "no tiene techo". Y ahora tendrán más motivos para elogiarlo, después de vencer por primera vez al magnífico Federer (en cinco partidos), algo que en esta temporada sólo habían logrado Nadal y Guillermo Cañas. El de ayer fue su cuarto título, y entre ellos se anota el MS de Miami. Además fue semifinalista en Roland Garros y en Wimbledon.

Pero para Novak ganar significa más que los 400.000 dólares de ayer. "Me gusta todo en el tenis porque es lo que amo, mi amor, mi trabajo y mi placer. El tenis me dio mucho y yo le doy mucho al tenis. Disfruto hoy todo lo que tengo, disfruto todo, mi vida es maravillosa, no puedo quejarme. Soy famoso, popular y, mientras la gente me quiera y yo sea feliz, creo que todo va a estar bien". ¿Qué más simple que eso?