La selección de Brasil, el gigante que estaba dormido, se despertó contra Chile y amenaza con ganar la Copa América por cuarta vez en las últimas cinco ediciones.
Luego de haber jugado mal en la primera fase, el campeón demostró que está vivo y tiene fundamentos para retener el título. El 6-1 que le endosó a los chilenos el sábado fue una extraordinaria demostración del poderío brasileño.
Por primera vez en Venezuela, Brasil no fue "Robinho y diez jugadores más", como la prensa mundial había señalado hasta ahora, sino un equipo con sentido colectivo sostenido en grandes individualidades. La más deslumbrante de esas individualidades es, por supuesto, Robinho.
El delantero del Real Madrid no sólo lidera la tabla de goleadores de la Copa América, con seis tantos en cuatro partidos, sino que también es la gran figura del torneo.
Los brasileños ganaron tres de las últimas cuatro ediciones de la Copa América. En Venezuela defiende el título que ganó en Perú 2004, pero además se coronó en Paraguay 1999 y Bolivia 1997. Desde entonces, su única frustra
ción fue en Colombia 2001. "Brasil es tradición de dar fútbol espectáculo. Y hoy (sábado) conseguimos eso", aseguró Robinho.
Sin salirse de su estilo serio, incluso irascible, el técnico Dunga llamó a la calma luego de la euforia provocada por el 6-1 ante Chile. "Uruguay es un equipo que se agranda en las situaciones decisivas", advirtió el entrenador, ya con la mente puesta en la semifinal que su equipo jugará el martes en Maracaibo. "No sólo tienen historia y tradición. Los uruguayos también cuentan con muy buenos jugadores", agregó Dunga, para quien el resultado es la cualidad más importante del fútbol.
Pero Brasil no había convencido en los dos triunfos que había obtenido en la primera fase. Le hacía falta una exhibición de 'jogo bonito', además de triunfos. Y eso fue lo que consiguió con el 6-1 ante Chile.