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Lunes 04 de Junio de 2007
 
 
 
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  ARGENTINO B
  Idolos
Oscar Padua y Domingo Perilli: mente y cuerpo del éxito albinegro, los rostros de un equipo que se hizo fuerte en las difíciles.
 
 

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Sus historias guardan concordancia y se unen finalmente en una tarde gloriosa de junio, fundidos en un intenso abrazo, bañados en un mar de lágrimas, ovacionados por miles de gargantas que le profesan respeto y admiración, brazos que los quieren llevar en andas y corazones que los guardarán por siempre.
Oscar Padua y Domingo Perilli fueron el retrato en carne y alma de una final desgarradora, intensa, asfixiante, una final que le devolvió a Cipolletti una categoría y lo despojó del karma de las definiciones.
“Vine a Cipolletti para quedar en la historia. Deseaba que en esta utilería permanezca por siempre mi foto junto a las de los más grandes”.
El “Loco” llora desconsolado, sin pensar en sus 31 años, perdiendo en los rincones los malos recuerdos, atesorando la ovación pocas veces vista que le profesaron más de diez mil almas en un estadio en llamas. Padua llora y hace catarsis, le agradece “a la familia, a la gente que siempre me apoyó”, hace un guiño con Perilli, que lo contempla a pocos metros, en una utilería que brinca al ritmo de los desaforados festejos.
“Sólo pensaba en estar en la cabeza de la gente, que gritaran mis goles hasta quedar mudos. Es demasiado todo esto, es lo máximo”, dice con un hilo de voz mientras se enjuaga los ojos.
La catarsis de Padua explota por una vida futbolística que halló los mejores tragos cuando en el vaso parecía quedar poco que beber. Porque hay una certeza: hizo goles en todos los equipos donde militó, pero su sueño siempre se colorearon en blanco y negro. Su arribo al club fue como quinto delantero del equipo del “Ruso” Homann que (con Perilli los últimos seis partidos) se iría al descenso. El primer gol de Padua fue el 2 de octubre de 2005 en la caída por 2-1 ante Independiente de Rivadavia, en Mendoza, pero la primera vez que escuchó rugir a La Visera por culpa suya fue una semana después, en el 3-2 justamente ante Racing de Olavarría. La peor pálida se produciría el 16 de abril del año pasado, porque el albinegro vio el abismo del descenso y el “Loco” erró uno de los penales ante General Paz Juniors.
La reestructuración que llegó con el Argentino B encontró a un Padua líder (junto a Homann) y figura máxima. Perilli lo transformó en su arma letal y a partir de ahí todo fue más sencillo. Cipolletti ganó el Apertura con claridad y él gritó 18 veces, convirtiéndose en el delantero de la categoría. Lo tentaron de varios equipos, incluso de Chile a precio dólar, pero la dirigencia metió la mano en el bolsillo y el “Loco” se quedó. El idilio que la hinchada se fortalecía partido a partido y el 17 de diciembre ’06 Padua clavó cuatro goles en 15 minutos (5-1 ante Sporting de Punta Alta) y el estadio entero se puso a sus pies. En el Clausura no estuvo tan fino (marcó 8), pero fue siempre el delantero incisivo, guapo, corajudo y peligroso.
El abrazo con Perilli fue esclarecedor. Sintetiza a un Cipo en cuerpo y mente. Perilli fue el alquimista que supo conjugar de maravillas experiencia y juventud, el autor ideológico de un equipo que no le pesó la chapa de candidato y que terminó siendo el mejor. Perilli retomó las riendas cuando el descenso ya era casi un hecho, exorcizó los fantasmas y le devolvió el alma al equipo (y al hincha), fue el padre de la criatura, la impregnó con ese aura ganador que alguna vez forjó un invicto de 35 partidos ganados en la Visera y que ahora llega a 21 sin perder.
Perilli rompió con aquel viejo pensamiento sobre que “con pibes es difícil ganar algo”. Junto a su grupo de colaboradores (Lorenzo Frutos y Mauricio Serenelli) inculcó sus tres axiomas: a) profesionalismo. b) compañerismo. c) priorizar lo colectivo.
Los dos fueron el vivo reflejo de una campaña exitosa, ambos soñaron con el glorioso final. ‘Mingo’ le hizo saber a Padua, 48 horas antes de la final, que el ascenso sería una realidad y que él convertiría los dos goles. “Después del partido nos dimos un enorme abrazo, y me regaló la camiseta”.
Perilli ya no tiene los ojos vencidos por el llanto. Entonces homenajea. “Esto se lo dedicamos a la gente que siempre nos acompañó, a mí viejo (Juan, hoy se cumple un nuevo aniversario de su muerte) y a ‘Tito’ Hevia y ‘Ñato’ Salinas, que en algún lado estarán festejando”. Se refiere a los dos hinchas fallecidos a la vuelta de una final con San Juan.
“Mingo” y el “Loco” son los rostros y el alma de un equipo que supo asimilar los malos momentos... Cuerpo y alma del éxito albinegro.

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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