El grito final es la evidencia clara, precisa, inconfundible, de que ésta era la victoria que necesitaba Roger Federer.
El suizo, fiel a su ADN de gladiador, maravilló a la multitud que se congregó para disfrutar de la cambiante final del torneo de Hamburgo al levantar un partido que se le escurría de los dedos. El número 1 volvió a ser ese tenista indestructible, poseedor de una técnica depurada y encendida, agresivo y sin titubeos. Así hizo polvo a Rafael Nadal y su racha de 81 partidos invictos en arcilla (no perdía desde abril del 2005) y además revitalizó sus pergaminos de cara Roland Garros, el único Grand Slam que no atesora y que se pone en marcha el próximo domingo.
El 2-6, 6-2 y 6-0 con el que se selló su ansiada revancha desnudó un partido cambiante, repleto de bellas jugadas y extrañezas varias, como ver a un Nadal de físico cansado, con el cuerpo algo desgastado por el trajín de los partidos. ¿Será un juego bisagra? Se sabrá con el tiempo, aunque a Federer le permitirá espantar ese fantasma de no vencer a Nadal sobre arcilla. Este es su primer triunfo en esa superficie en seis juegos, una desahogo importante, aunque el mallorquín siga mandando en el duelo (7-4).
"Hoy perdí tras 81 partidos. Si tenía que perder con alguien, bueno, él era el hombre, ¿no?", dijo con humildad el español, mientras todo el estadio lo aplaudía de fondo. "Quiero felicitar a Roger, suerte en Roland Garros", añadió. "Tengo un enorme respeto por lo que hizo Nadal", respondió el suizo. "Esas 81 victorias fueron una serie increíble", agregó, antes de exhibir su renovada confianza: "Llego bien al Abierto de Francia, me entusiasma lo que se avecina".
Federer lo ve de esa forma. El valor del título de Hamburgo, que ayer ganó por cuarta vez, debe ser el trampolín que lo impulse en Roland Garros, el único Grand Slam que falta en sus atestadas vitrinas. Cuestión del destino, el mejor del planeta volvió a alzar un trofeo en polvo de ladrillo después de dos años y otra vez en este Masters Series alemán. En el medio, Nadal construyó una inmensa hegemonía sobre esta superficie de 13 títulos y 81 triunfos al hilo.
El comienzo del partido de ayer fue como ver más de lo mismo, al menos en los últimos choques entre ambos. Federer era una máquina de errar derechas y Nadal jugaba fresco, suelto y punzante. El español dispuso de dos break points en el primer juego que Federer ganó tras siete minutos de lucha. Pero un error de revés del suizo en el tercer game le dio al español una ventaja de 2-1, que se incrementaría a 4-1 con un revés enganchado del suizo. Nadal se llevó el set por 6-2 en 32 minutos.
Los comentaristas de tevé comenzaron con las especulaciones a favor del mallorquín. Entonces el 1 del mundo se despabiló, algo que se produjo cuando, después de un mal drive, descargó su bronca con un pelotazo que la multitud, asombrada por la reacción, contestó con algunos silbidos.
Ahí despertó el mejor Federer, al punto que ganó 11 de los próximos 12 juegos. Su cuota de errores bajó al mínimo, resucitaron los golpes brillantes y Nadal se desdibujó de a poco. Ya con el segundo set en poder suizo, los espectadores se frotaron las manos a la espera de una definición antológica.
Pero Nadal ya no era el de costumbre y Federer estaba imparable, espléndido. Aun así, nadie esperaba el 6-0 con el que Roger Federer estamparía su nombre otra vez en la arcilla de Hamburgo y dejaría en claro que está de vuelta, con la cabeza en Roland Garros, con la mente en hacer historia.
