El fútbol italiano, gangrenado por la violencia, no tiene elección: la conmoción causada por la muerte del policía Filippo Raciti, el viernes en violentos enfrentamientos con hinchas de Catania y Palermo, obligará al gobierno y a los responsables deportivos a tomar medidas enérgicas.
El fútbol está paralizado por completo y no se sabe ni cuándo ni cómo se reanudará. Lo nunca visto en Italia. Ni los dirigentes deportivos ni el jefe del gobierno, Romano Prodi, dudaron en afirmar de inmediato que, mientras no se hayan puesto en marcha los mecanismos necesarios para acabar con la violencia descontrolada en el Calcio, no se jugará un solo partido en todo el país.
"La suspensión de los campeonatos es una decisión inamovible mientras no haya abordado las cuestiones más importantes con el gobierno", declaró Luca Pancalli, comisario extraordinario de la Federación Italiana de Fútbol (FIGC).
Hoy está prevista una reunión entre Pancalli, Prodi, el ministro del Interior Giuliano Amato, la ministra de Deportes Giovanna Melandri y el presidente del Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI) Gianni Petrucci. "Tomaremos las medidas necesarias. Haremos comprender a esa gente que se acabó, que no pueden ir al estadio con bombas y barras de hierro. Los detendremos aunque tengamos que detener el fútbol", declaró Amato.
"Inter- Roma, suspendido", se lee en el "San Siro" de Milán.