"Siempre hay que creer". La frase, que en boca de un político podría sonar demagógica, en la de un escritor cursi, o saliendo de un desocupado contradictoria, al "Cholo" Diego Simeone le calza al dedillo.
El y su plantel hicieron de la utopía una realidad, reinventaron los preceptos del fútbol, reescribieron el ADN de una actividad que se pensaba sólo apta para los 'grandes', al menos en materia de títulos.
Nadie dentro de la patria futbolística osaba pensar en que el Apertura '06 (paradójicamente el que clausura el año) encontraría a Simeone, Verón, y todo Estudiantes sumergidos en un delirio interminable producto de una corona que se le negaba hace 23 años... y que se le dio de manera impensada.
¿Por qué? Porque el Boca de La Volpe era como mínimo el hermano menor del Boca de Basile. El mismo que durante este año había ganado el Clausura '06, la Recopa Sudamericana y que el 'Bigotón' encontró a punto de conseguir un record que sigue en manos del San Lorenzo campeón de Mauricio Pellegrini (13 triunfos al hilo), porque en el debut de La Volpe fue empate con Godoy Cruz.
El 'Coco' Basile se metió en la historia del club más convocante del país. No le fue sencillo, pero lo obtuvo a fuerza de títulos y carisma. Basta con ver que cosechó nada menos que cinco de los seis campeonatos que disputó (dos locales, una Sudamericana y dos Recopas) y lo vistió con una coraza de equipo imbatible.
Con Basile, Fernando Gago sacó chapa de crack, Rodrigo Palacio fue alguna vez el mejor delantero del país y el fútbol 'sencillo' y sin dobleces destruyó el puntillismo táctico. Fue con el técnico del vozarrón, ante de su segundo desembarco en el seleccionado, que el equipo salía de memoria. Nadie le disputó la gloria a Boca.
Algo que cambió repentinamente en el segundo semestre de año, con la irrupción de un Estudiantes que ya venía haciendo promesas importantes en la era 'Mostaza' Merlo, y más con Jorge Burruchaga en el banco de suplentes.
'Pincha' que repatrió al inefable Juan Sebastián Verón y contrató a un Simeone que apenas diez meses antes dejó los 'cortos', estuvo obligado a ponerse el buzo de DT en mayo y que se despidió de ese cargo injustamente, aunque por la puerta grande y con ovación mediante.
Ahora la mitad de La Plata pide la estatua de bronce de Simeone, un inexperto entrenador que supo, ante todo, instruir a sus dirigidos con la filosofía que lo llevó a librar tantas batallas dentro de la cancha; que conformó un fondo casi impenetrable (Mariano Andújar y Agustín Alayes), consiguió rodear con éxito al talentoso Verón (con José Sosa, Rodrigo Braña y Diego Galván) y tuvo a la delantera más letal del campeonato (el feroz Mariano Pavone y el veterano José Luis Calderón). El mismo Estudiantes que venció con justicia al
Boca estilo laboratorio del renunciado Ricardo La Volpe y se metió de lleno en las páginas gloriosas del fútbol nuestro de cada día.
Fue una alegría entre tanta violencia, hipocresía y actos de corrupción. Porque el 2006 desnudó las miserias de un fútbol atacado por todos los vicios modernos, sujeto a los avatares del sinsentido y sumergido en un bravío océano que sólo amenaza con el naufragio final.