Lo amás o lo odiás. Las ambivalencias no existen cuando se trata de Juan Sebastián Verón. La 'Brujita' no sólo es el líder natural de este Estudiantes milagroso, sino que además se convirtió, con el correr de las fechas, en uno de los mejores exponentes que mostró el conflictivo e interminable torneo Apertura '06.

Talentoso, exquisito, extrovertido y conflictivo, la 'Brujita' siempre fue señalado como un "jugador moderno". Con 31 años, queda claro que no pasa de moda, y que sus milimétricos pases y sus estocadas con forma de pases son una de las armas mortales de este 'pincha', que el miércoles puede conseguir la cuarta corona a nivel local.

"Estoy disfrutando este momento como nunca", dijo allá por junio, cuando le confirmaron que su vuelta al club que lo vio nacer futbolísticamente era un hecho.

Hoy, con la 11 con la que supo descollar su padre Juan Ramón, es una especie de mesías en Estudiantes.

Fue una década en otro continente. Mucho pasó desde aquel 24 de abril de 1994, cuando debutó en la vieja cancha de la calle 1 y 57. Estuvo en los clubes más poderosos del mundo, fue indiscutido en el seleccionado de Daniel Passarella, el que pagó los platos rotos en el fracaso de Corea-Japón y quien reclamó una oportunidad que José Pekerman jamás le dio. Sí, fue un jugador de selección que presenció el Mundial por tevé.

Pero Juan Sebastián quería regresar. Coqueteó con Boca, y hasta se dio el lujo de hacerlo con River, pero las raíces lo tiraron y se puso a las ordenes de un viejo amigo y compañero de tantas batallas. El 'Cholo' Simeone sabía que con el calvo volante las chances crecían, y por eso hizo hasta lo imposible para tenerlo bajo su ala.

La 'Brujita' siempre tuvo una certeza, y lo repitió ante algunos micrófonos que se posaron frente a la pulcra barbilla candado.

Su retorno debía ser a lo grande, no quiso engrosar la lista de 'veteranos' que gastaron todas sus municiones en campos ajenos y deciden terminar sus días (futbolísticos) bajo el calor de los suyos y la comprensión de ese hincha que aguanta su ocaso por el simple hecho de vivir de la nostalgia.

Verón regresó con menos despliegue que aquel que surcaba las canchas con la camiseta de Boca y levantaba paredes junto a Diego Maradona. Pero esta nueva versión suya, menos vertiginosa y más cerebral, no le queda para nada mal. Siempre tiene la brújula apuntando al norte, los sentidos alertas, el botín 'afilado', la mirada altiva...

Los hinchas jamás pudieron olvidar que fue uno de los artífices (junto a Calderón y Palermo) de aquella conquista de la B Nacional ('94-'95), con la que logró volver a la categoría superior. Por eso fueron siete mil personas a darle la bienvenida cuando desembarcó desde el poderoso Inter.

Sucede que Verón jamás pasa desapercibido. Su calidad viene en la misma dosis que sus verborragia. Por eso la idolatría que despierta en el simpatizante 'pincha' tiene su instantáneo antítesis en las demás canchas del país.Claro, a medida que fue desandando el Apertura los silbidos se fueron acallando, y hasta algunos tímidos aplausos descendieron para homenajearlo. La mismísima 12 le ofrendó una ovación cuando regresó a La Bombonera, pero en la vereda de enfrente.

Verón es así, lo amás o lo odiás. Su aparición en el fútbol argentino reversionó los conceptos, flexibilizó las funciones, fue el primer jugador versátil de la era moderna. Está de vuelta, y tiene ganas de una nueva 'Brujería'. El miércoles sacará nuevamente la escoba.