El Estudiantes de los milagros. Sí, no existe mejor forma de bautizar a este equipo de Diego Simeone que no sólo le ganó a Arsenal sobre la hora, sino que forzó un desempate que tiene cariz de heróico. Sólo una hazaña de estas características permite explicar la explosión de alegría y lágrimas que se produjo en el Estadio Unico de La Plata. Por eso la locura, los festejos que se extendieron seguramente hasta la madrugada, la interminable sensación de que las ilusiones eran fundadas.

Porque durante la semana hubo un sólo discurso: "se puede...". El propio "Cholo" aclaró que el 'Pincha' no estaba muerto y que iba a dar batalla hasta el final. Y sus muchachos fueron verdaderos leones. Ayer sufrieron de lo lindo, pero ganaron un partido cerrado, reñido, frente a la revelación del campeonato, un Arsenal que salió dispuesto a no quedar embarrado por las suspicacia. Claro, sobre el final sintió la furia incontrolable de este Estudiantes que forzó una definición para el infarto mediante los goles de Agustín Alayes y Mariano Pavone.

Todo tenía sabor, color, olor a misión imposible. Estudiantes lo sabía, por eso salió a buscar el partido desde el mismísimo arranque. Al minuto tuvo una con un remate de Calderón desde afuera del área que Cuenca controló en dos tiempos. A los del 'Cholo' les costaba ser claros al momento de crear peligro y terminaban enredándose en la inteligencia que evidenciaba el visitante. Lentamente, Arsenal se afianzaba en campo rival y aprovechaba la desesperación del local para manejar la pelota bajo la conducción de Raymonda. El 'Pincha' estaba incó

modo. Tenía demasiado vértigo y se diluía en el embudo de su propio nerviosismo.

Arsenal era mejor en el inicio, pero de a poco el trámite se fue emparejando. Y llegaron las chances. Primero, Pavone: de media vuelta, reventó uno de los ángulos de Cuenca. En la siguiente, Galván casi grita el primero. Apenas fue un espejismo, porque Verón no aparecía y entonces no había conducción.

Para colmo, las noticias que llegaban de La Bombonera no eran las mejores. Pelletieri cometía un penal infantil y Palermo no perdonaba. Todo se hacía cada vez más difícil, y se fueron al descanso con la preocupación de saber que las esperanzas se disipaban.

La llegada del entretiempo marcó el crecimiento de las expectativas y el empate de Lanús se gritó como un gol de Calderón. El sueño estaba en pie. Los de Simeone sabían que, para cumplirlo, tenían que quebrar el duro esquema que plantaba Arsenal.

Por eso salieron con todo, a comerse crudo a un rival molesto. Las 30 mil gargantas alentaban si parar y para colmo llegaban nuevas noticias de La Boca: Archubi ponía el 2 a 1 y dejaba a todos con la boca abierta. Estudiantes iba con orgullo, con el alma. El tiempo pasaba, toda la carne estaba en el asador y tuvo que surgir la 'brujería'. Verón metió la pelota en el área y Alayes la clavó de cabeza, travesaño mediante.

Locura total. Pavone le rompió el arco a Cuenca y puso la frutilla del postre. Lo demás es historia contada. Una historia milagrosa.