David Nalbandian no sólo es el mejor jugador de este equipo argentino que se metió en el corazón de la gente por llegar, por segunda vez en su historia, a la final de la Copa Davis. El cordobés es el líder natural y espiritual de la bautizada "Legión", el encargado de contagiar la fortaleza, de absorber las presiones, de cimentar la confianza donde se apoya el grupo de jugadores que conduce Luli Mancini. Siempre se lo criticó por su mínimo apego a la conducta y el entrenamiento, se lo vinculó con bellas modelos, y se dijo que le interesaba más cabalgar sobre un auto de rally que someterse a intensos partidos en un circuito que no entiende de descansos. David jamás criticó a quienes lo criticaron. Sólo se limitó a esperar su oportunidad. Aquellos que lo conocen de cerca coinciden en que dentro de ese jugador que parece excedido de peso habita un gladiador, un tipo con una agigantada autoestima, un mentalista de este deporte. Esos que lo rodean reconocen que David jamás dudó de su destino: sabía que sería el abanderado de una generación que no transita una buena actualidad, pero que quedará marcada en la historia del deporte nacional. Apelando a la historia, ya nadie niega que es el sucesor del gran Guillermo Vilas. A David eso no lo desvela. Toma como algo natural este tema de la herencia, y se siente más que a gusto cuando la presión le tensa los músculos. Frente a Australia Nalbandian fue el jugador más parejo que tuvo Mancini, aunque no haya logrado partidos brillantes. Más allá de lo que piensen y digan sus detractores y los 'gurues' del estado físico, en este tipo de partidos, cuando está en juego algo más que un reconocimiento personal y cientos de miles de dólares, el cordobés se hace gigante en la cancha, su raqueta crece game a game, se torna casi invencible. En esta serie frente a Australia apareció en escena un nuevo Nalbandian. Enterró la tranquilidad y el perfil bajo dentro de la cancha. La nueva versión 'nalbandiana' jugó con el corazón y las entrañas,y desde ahí gritó cada punto; fue feroz en cada pelota, y tuvo una comunicación total con el público. El cordobés entendió el mensaje. Sabía que la circunstancia ameritaba tamaña metamorfosis, y fue el encargado de despertar al público y meter peso en los hombros de los australianos mediantes furiosas arengas y declaraciones cargadas de polémicas y mucha pimienta. Desde que el líder habló, nada volvió a ser igual. Una apichonada Australia presenció cómo David y cía. la 'ajusticiaba' sin miramientos. "A nosotros, de visitantes, siempre nos tratan mal. Por eso, acá les vamos a hacer la vida imposible", le dijo a la prensa luego de arrasar al pobre de Mark Philippoussis. Algunas horas antes de que se largue la serie había pronosticado un "cómodo 3-0". No se equivocó. Fue Nalbandian el que se puso al frente de la disputa dialéctica con Lleyton Hewitt, él despertó al público con gritos sostenidos ante un Philippoussis que de grande sólo tuvo su porte y fue él quien, una vez sellado el triunfo en doble junto a Agustín Calleri, se paró frente a los micrófonos y juró que Argentina "le dará batalla a cualquiera", que esta vez la "Ensaladera de Plata" no se puede escapar. Todos adoran a David. Pero no sólo porque es el argentino mejor posicionado en el ranking de la ATP; ni siquiera por aquella hazaña al arrebatarle a Roger Federer el título de 'Maestro' (Shanghai, noviembre '05). Nalbandian es justamente el abanderado del único sueño deportivo que subsiste en medio de tantas 'pesadillas' deportivas. Un líder que finalmente se creyó su papel. El plus que necesita Luli Mancini (y cualquier capitán) a la hora de toparse con paradas bravas. Aquel que está llamado a conseguir lo que no lograron Vilas y Clerc. |