La presencia de Martín Palermo era una gran incógnita para Alfio Basile. Pero el goleador, aunque apaleado en el alma y mal entrenado, quería jugar. Se lo pidió al entrenador. Y ayer jugó, como él sabe, marcando goles. La tragedia lo golpeó duro cuando promediaba la semana. Sólo había hecho trabajos regenerativos el martes, después de volver de la gira por México. Al otro día ya no hubo tiempo para el fútbol. La muerte entró en su familia y le desgarró el alma al goleador. Cerca del fin de semana era un hecho que sería reemplazado por su gran amigo Guillermo. Pero no hubo caso. Quería estar y estuvo. Ayer el fútbol le dio algo de felicidad, apenas un bálsamo para tanto dolor. Fueron dos goles hechos a su manera, sin lujo pero efectivos. "El se mató en toda la pretemporada, no faltó nunca a ningún entrenamiento y hoy (ayer) lo puse porque sabía que iba a responder. Fue muy emocionante para todos. Cuando salió, lloró como llora un hombre cuando le pasa algo así, pero había dejado todo en la cancha", comentó el entrenador boquense después del triunfo. Once minutos antes del final lo reemplazó su amigo Guillermo. Entonces el goleador fue ovacionado y lloró. El cielo también. |