La importancia del ter-cer triunfo en fila de Michael Schumacher se puede describir en dos imágenes que se vieron en los boxes de Hockenheim. La primera. Schumacher y Felipe Massa saltando abrazados arriba de la Ferrari del ganador. Como fondo, el cartel electrónico justo mostraba la publicidad de Bridgestone, el neumático que utilizó el equipo italiano que coronó un formidable "uno-dos" ante la algarabía de miles de alemanes. La segunda imagen. El mandamás de Renault, Flavio Briatore, a pocos metros de donde festejaban los de Ferrari, charlaba con cara de pocos amigos con uno de los encargados de Michelin. En esas dos imágenes estaba resumido el presente de los dos equipos más poderosos que luchan por el título de pilotos y constructores en la Fórmula 1. Ferrari funcionó como equipo en todo sentido. Las gomas Bridgestone respondieron otra vez al ciento por ciento. Pilotos, mecánicos e ingenieros hicieron su parte para un nuevo festejo. A Renault le faltó una de las partes fundamentales de aquellos cuatro triunfos seguidos del campeón Fernando Alonso, que parecían definir de antemano el Mundial. Desde Indianápolis que los neumáticos Michelin dejaron de marcar la diferencia. Desapareció entonces la gran ventaja del equipo francés, pasó a ser uno más, sólo apoyado en la confiabilidad de los autos y el buen manejo de sus pilotos. Si no aparece rápida una respuesta de Michelin, que a fin del Mundial se va de la Fórmula 1, parece poco probable que Alonso y Renault encuentren la fórmula para frenar a Schumacher y Ferrari, tan hambrientos de gloria como antes de ganar su primer título. Todavía quedan seis pruebas y mucha tela para cortar. Schumacher y Ferrari están más vivos que nunca. |