Mientras Julio Grondona, Carlos Bilardo, Diego Maradona y Aníbal Fernández juegan magistralmente al Gran Bonete, un grupo numeroso de barrabravas argentinos deambulan en estos días por las calles de Pretoria.
Sobre la presencia del "lobito", el "sincopote", el "busca" y el "lanas" por tierras de Mandela, Grondona atinó a decir malhumoradamente "que son relaciones de Bilardo y Maradona nacidas en el 86".
Cabe preguntarse si esto no lo sabía cuando decidió designar a ambos al frente del seleccionado o pensó quizás mirando su anillo consejero que ´todo pasaría´.
Respecto de Bilardo, nadie sabe qué rol cumple dentro de la selección. Se conoce que fue el buque insignia del desembarco en Pretoria y no mucho más. Lo cierto es que su celular no para de sonar por estos días a la espera de supuestos favores o promesas incumplidas y que sus obsesiones cabuleras lo llevan a reflotar todo lo que ocurrió en México veinticuatro años atrás.
Maradona sostuvo no tener relación con los barras, y ensayó una respuesta puerilmente inverosímil cuando dio a entender que fue la selección quien debió pedir permiso al pasaje del avión -entre ellos a los violentos aludidos- para poder embarcar hacia Johannesburgo. Eso sí, con cara de pocos amigos prometió blindar el predio de estos indeseables personajes, sin dejar pasar la ocasión para retorcer los aún mojados trapitos de la AFA, por el malogrado y redituable viaje a Dubai.
El jefe de gabinete, quien despidió al avión de la embajada argentina -la oficial y "la paralela"-, también demostró su habilidad en el arte de silbar mirando al cielo.
Mientras todo pasa, preparan sus valijas las Hinchadas Unidas Argentinas lideradas por el dirigente Kirchnerista Marcelo Mallo. Es decir, nadie sabe el cómo ni el por qué, pero lo cierto es que casi trescientos barras argentinos viajan a Sudáfrica atravesando las permisivas miradas del personal de las fuerzas de seguridad, la AFIP, la Aduana y las propias Aerolíneas.
Es un misterio por qué el "Gusano" Pugliese fue además de empleado del Indec, guardaespaldas de Messi y parte de los bochornosos episodios en la Feria del Libro. Todo puede pasar, poso se puede explicar.
Tanta impunidad, connivencia y pacto de silencio, ciertamente asquea. Pero lo que más indigna es que los argentinos seamos tomados una vez más por reverendos idiotas. Es esa la sensación que uno siente al escuchar a estos señores y mucho más al mirarse al espejo luego de haberles dicho a sus hijos hasta el hartazgo que vale la pena estudiar ya que así podrán concretar sus sueños de formar una familia, tener un hogar y quizás con viento a favor, algún día viajar a un mundial.
Pues bien, si verdaderamente existe La Mano de Dios, arriesgo a pedir porque estos muchachos se enamoren de las características depredatorias de ciertos animales africanos y echen raíces por aquellos pagos. El grueso de los argentinos no los echará de menos.