Las vida de los tres capitanes estuvieron y están intimamente ligadas. El Káiser y el más grande de todos los tiempos fueron los encargados de darle al país futbolero las alegrías más importantes en la historia del deporte nacional. El Jefecito sueña con imitarlos, con que su nombre sea parte de las páginas doradas. Y aquí millones de almas albicelestes se ilusionan con emocionarse ante la imagen de Javier Mascherano levantando la Copa del Mundo el 11 de julio en Sudáfrica.
La vida deportiva del actual capitán argentino cambió apenas Diego Maradona asumió como nuevo DT, sustituyendo entre cuestionamientos y rumores de boicot a Basile.
"En Argentina, es Macherano y diez más", fue una de las primeras frases que se le escucharon decir a Diego apenas volvió a poner los pies en el predio de Ezeiza.
Las palabras levantaron polvareda porque lógicamente para el común de los fanáticos el único insustituible debía ser Lionel Messi.
La idea de Maradona estaba clara: para terminar con tantos años de padecimientos debía imponerse el sacrificio por sobre todas las cosas.
Como Maradona y Passarella, Macherano deja la piel en la cancha y eso lo transforma en un líder del contagio. Fuera del rectángulo de juego se muestra como un muchacho tranquilo e introvertido, lejos de la verborragia de sus antecesores. Es más, él mismo dijo en su momento que no se sentía con las cualidades necesarias como para usar la cinta que aquellos dos transformaron en emblema gloriosa. Y fue el propio Diego Armando quien viajó a Inglaterra para hacerle saber que merecía y debía ser el capitán de su equipo.
El volante central del Liverpool es el único jugador en la época contemporánea que debutó en el seleccionado antes que en su equipo. Como internacional, con la casaca albiceleste saltó por primera vez a la cancha el 16 de julio de 2003, con apenas 19 años y de la mano de Marcelo Bielsa.
Un mes y medio después, el chileno Manuel Pellegrini le daría la chance en un River que lo vería campeón por primera vez. A Passarella lo descubrió Pipo Rossi en Sarmiento de Junín, lo hizo jugar en primera con 20 años y unos meses después César Menotti le puso en el brazo izquierdo el brazalete, el seleccionado juvenil ganó el Torneo de Toulon y el Káiser se transformó en uno de los favoritos del DT. Tres años más tarde levantaría la Copa mientras una sangrienta dictadura destrozaba el país.
La épica historia de Maradona es archiconocida, también sus encontronazos con Passarella, con quien hoy mantiene una relación diplomática.
Los dos fueron héroes y los dos sufrieron sus infiernos. Diego el de las drogas, el "me cortaron las piernas" y tantos dramas más. Passarella perdió un hijo, fue imputado y condenado por evasión de impuestos y hoy intenta sacar a flote a su querido River. Mascherano es jugador de selección pero a diferencia de sus antecesores, está hecho de otra pasta. Es simple y estratégico, emblema del esfuerzo y el perfil bajo.
De su vida se conoce poco y sólo se habla del trajinar incansable en el verde césped. Para Maradona su presencia es tan determinante como la de Messi y siempre quiere tenerlo en cancha. Passarella, en cambio, no quiso adquirirlo en 2005, cuando era entrenador del Corinthians, y Masche llegó al Timao cuando el Káiser ya era historia allí.
El 25 de junio de 1978, con 25 años recién cumplidos, Daniel Passarella hacía estallar el corazón de los argentinos al levantar la copa más importante de todas. Maradona lo veía por tevé con lágrimas en los ojos.
El 29 de junio de 1986, con 26, Diego Maradona se transformaba en leyenda ante millones de espectadores (directos y por tevé), el Káiser seguía la película afuera de la cancha por una dudosa gastroenteritis y Mascherano tenía dos años y veía sin entender como sus padres saltaban de alegría en su casa de San Lorenzo. El 11 de julio el Jefecito tendrá 26 inviernos cumplidos, los mismos que Diego hace 24 años. Juntos irán por la gloria.