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Domingo 09 de Julio de 2006
 
 
 
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  OPINION
  \'Armada Brancaleone\'
 
 

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Podrá ganar el Mundial casi una "Armada Brancaleone". El entrenador italiano Marcello Lippi era acusado sólo 45 días atrás de permitir que su hijo Davide ingresara a la concentración para presionar a jugadores y decirles que firmaran contrato con GEA, su empresa, porque así podían tener las puertas abiertas de la selección.

El capitán Fabio Cannavaro también debió explicar el por qué de sus transferencias de uno a otro club bajo la órbita de GEA, además de aquel video casero que terminó en la TV y lo mostró autoinyectándose en pleno vestuario, aunque luego debió aclarar que se trataba de drogas permitidas. El arquero Gianluigi Buffon, también citado por la Justicia, aclaró que los casi 2 millones de euros que invirtió en apuestas deportivas no incluían partidos de fútbol y mucho menos cotejos en los que jugara su equipo, la poderosa Juventus, el mismo que una vez dirigió Lippi y también el de Cannavaro, que en pocas horas más podrá ser descendido a la Serie C del calcio, acusado de arreglar partidos.

Si alguien lo hubiese imaginado el guión jamás podría haber tenido tanto dramatismo. La selección italiana afrontó sus partidos con un ojo en Alemania y con el otro en Roma, porque 13 de sus 23 jugadores podrán ser descendidos si Juventus, Milan, Florentina y Lazio, como pidió un fiscal, son expulsados de la A por corruptos.

El caso de Juventus adquiere un dramatismo mayor si se recuerda también que todavía no concluyó el juicio por doping contra el club de Turín. Entre 1994 y 98, el equipo que dirigía Lippi y en el que jugaba Zinedine Zidane fue acusado de consumir medicamentos hoy prohibidos por los reglamentos deportivos. En esa Juventus que ganó todo jugaba el defensor Gianluca Pessotto, el mismo que hace unos días se arrojó desde el techo de la sede del club turinés, un intento de suicidio que conmovió a la selección "azzurra" en su concentración de Alemania.

A esto pueden sumarse las lesiones que impidieron brillar a Francesco Totti y que dejaron sin Mundial a Alessandro Nesta, dos puntales, como también una clasificación brutal a segunda fase, que precisó de un generoso penal concedido por el español Luis Medina Cantalejo cuando Italia, con Marco Materazzi expulsado, parecía al borde de la eliminación ante Australia.

Podría decirse por eso que esta Italia es la "Armada Brancaleone". O un equipo de "Feos, sucios y malos", como aquel otro filme de Ettore Scola. A su lado, la Francia multirracial que quiere homenajear en su retiro a Zidane parece casi una flor. Pero en realidad no hay muchas cosas edificantes en el deporte de la alta competencia. La propia FIFA lo sabe, acusada asimismo de utilizar las pasiones del fútbol para realizar negocios non sanctos. Italia es acaso la expresión más brutal de lo que se ha convertido el mundo salvaje del deporte profesional. Su presencia en la final de hoy en Berlín no es justamente la mejor imagen para el nuevo marketing al que aspira la FIFA. Pero la historia no es nueva. La Italia que ganó en España 82 vivió de los goles de Paolo Rossi, que fue amnistiado para llegar al torneo, pues había sido suspendido por tres años por participar de apuestas clandestinas. Y aquella selección, que también jugaba muy mal en la primera fase, jamás pudo replicar a la denuncia del periodista Oliviero Beha, de que fue necesario corromper a Camerún para acordar un empate y lograr así una clasificación agónica a la segunda fase. Ocurrió 24 años atrás.

 

 

 

   
Ezequiel-- Fernández Moores
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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