| Pero son temas secundarios en esta parte del orbe. Nosotros, los argentinos, ya estamos de nuevo en los temas cotidianos de fuste, como el conflicto por las papeleras, el juicio al sátiro del sacacorcho o los piquetes de protesta por el alza en el precio de la aspirina en las zonas carenciadas de Papúa Nueva Guinea. A pesar de todo, creo que ha quedado mucha tela para cortar sobre este torneo. Me sorprende que haya pasado inadvertida la maniobra de la FIFA para evitar que Ucrania, en su primera experiencia mundialista, llegara a meterse entre los cuatro mejores. ¿Qué suerte puede tener un equipo cuya abreviatura es UCR? No es mi 'métier', pero supongo que Van der Kooy ya habrá hecho su análisis comparativo al respecto en la edición del último domingo. Al cuerpo técnico argentino le endilgo algunos errores clave. No se puede hacer base en una ciudad impronunciable. Estando Bonn, Berlín y hasta Munich disponibles, haber elegido Herzogenaurach habla de poca previsión de los conductores de la Selección. El segundo reclamo también recae sobre José Pekerman y su grupo, que tan ensayado tienen el abrazo post conquista, pero que improvisó en la convocatoria. No haber tenido un César Roberto Mendoza (1), un Carlos Buttice o un Luis Landaburu para darnos esperanza en los penales es solo comparable con el error de un dirigente de Loma Negra, cuando fuimos a jugar una semifinal regional a Sierras Bayas. A los cinco minutos de ese partido se lesionó nuestro arquero, el pelado Sagardía, y tuve que ocupar el arco yo porque, para ahorrar dinero, se quedó en Olavarría el chofer del micro y manejó el arquero suplente, que no conseguía lugar para estacionar y llegó recién cuando terminaba el primer tiempo. Ya estábamos 0-5. Confieso que fui presa de un desasosiego seguido de insensatez cuando Lehmann (2) le atajó el penal decisivo a Cambiasso. Corrí desesperado para subirme al Dodge 1500 con GNC, enfilar hacia el Instituto Goethe y cantarles: "Teutones, teutones, así salen campeones". Pero Palito Brandoni y José Fantaguzzi, con quienes había visto el partido en el reabierto bar El Esternón, me hicieron entrar en razones. Todo se había terminado. Una ilusión se apagó. Pero otra comienza: quiero estar en Sudáfrica 2010. Nunca tuve la oportunidad de ver un partido mundialista en la cancha. En 1978 quedé afuera de la lista de 22 por persecución política. Me dijo Víctor Bottaniz que, como yo había pedido la baja de la Marina por pie plano cuando me tocó la colimba, Lacoste se ensañó conmigo y prohibía que se me nombrara, como a Perón en el 55. Cuando se jugó el Mundial, mi nombre engrosaba una lista negra junto al de Carrascosa (3), y yo me estaba probando en The Strongest de Bolivia, aunque no quedé porque el oxígeno no me llegaba a las piernas en la altura paceña. Por suerte, en Johannesburgo me espera una cama en la pensión "Clarence", propiedad de una cuñada del ex Ferro, Doctor Khumalo, que sufre estrabismo. No me lo pienso perder. (1) De todos modos no hubiera podido atajar en la Selección porque era paraguayo. (2) Ojo, no es pariente de Román, el periodista. (3) En realidad, debajo, porque la lista estaba confeccionada respetando el estricto orden alfabético castrense. |