Llegó casi en silencio a 'les blues', y como carta de presentación, sólo un par de temporadas en el Olympique de Marsella. Pero Frank Ribéry se las ha arreglado para eclipsar a muchas de las grandes estrellas de Francia, tanto por la forma en que juega como por su aspecto. En el camarín francés, su camiseta está colgado al lado de la de Zidane y la de Fabien Barthez. Ese es un cumplido a un jugador que no siempre la ha pasado bien. Pocos estaban tan contentos como él después del triunfo del miércoles. "Estoy en otro planeta. Todavía no me lo creo. Es enorme, es brillante, es fabuloso. Esto es alegría pura", exclamó. Su alocada forma de correr y su corta estatura hacen que Ribéry se vea raro en la cancha. Pero su velocidad es engañosa, se zafa bien de las entradas y es difícil que le quiten el balón. Esas cualidades hicieron que el técnico Raymond Domenech lo convocara al equipo, por encima de jugadores como Ludovic Giuly o Robert Pires a pesar de que Ribéry no tenía experiencia previa a nivel internacional y nunca ha disputado siquiera un partido de Liga de Campeones. |