La mañana después de la amarga derrota en semifinales del Mundial contra Italia sorprendió a la selección alemana sin saber qué hacer. La fiesta terminó, pero sin previo aviso. Se acabó de gol-pe, por esos goles de Fabio Grosso y Alessandro Del Piero cuando expiraba el partido y ya todos confiaban en los penales, el arma más efectiva de los alemanes para seguir avanzando. Atrás habían quedado las ilusiones de llegar a la final y cumplir con el sueño del técnico. Jens Lehmann, atajando penales argentinos, petrificado; Jürgen Klinsmann, demacra-do; Michael Ballack, quería explicar todo, pero la voz se le quebraba; David Odonkor y Per Mertesacker, a lágrima suelta; los otros también, pero a puer-tas cerradas, en el vestuario. "Reina desazón. Una tremenda amargura. Los muchachos apenas hablan", fue el comentario de Klinsmann. A la habitual rueda de prensa que organiza la Federación Alemana de Fútbol no apareció nadie, ni jugadores ni técnico. Sólo Olivier Bierhoff, quien reconoció que se planificó todo, menos la eliminación. "Sólo sabemos que el sábado jugaremos por el tercer puesto en Stuttgart. Lo demás está abierto. Mucho dependerá de lo que quieran los jugadores, pero están ante un gran vacío", aseguró. |