Raymond Domenech nunca disfrutó de un apoyo unánime. Y, dada la personalidad del técnico de Francia, no sorprende. Con defensores y detractores en cantidades similares, rara vez causa indiferencia... En su época de jugador solía provocar reacciones fuertes. E-ra un inflexible lateral izquierdo del Lyon, de actitud tan arisca como su característico bigote. Se deleitaba con su reputación de hombre duro, hasta el punto que cuando circuló el rumor que había lesionado a un rival se negó a desmentirlo, aun sabiendo que era falso. Domenech es el primero en admitir que le gusta infundir miedo a sus adversarios para tener ventaja psicológica. Después de retirarse en 1985 en el Mulhouse desempeñando la complicada función de jugador-entrenador, Domenech comenzó su campaña como técnico. Sus cualidades de liderazgo pronto lo hicieron triunfar. Se fogueó en segunda, primero en el Mulhouse, y luego en el Lyon. Allí se proclamó campeón en su primera temporada, y contribuyó a poner los cimientos de un gran club. No tardó en recibir la llamada de la Asociación Francesa, que en 1993 lo puso al frente del equipo Sub 21. Aunque sus críticos señalan que nunca ganó un gran título, otros le reconocen su ayudado para formar a la generación dorada del fútbol francés, a la que pertenecen Zinedine Zidane, William Gallas, Patrick Vieira, Thierry Henry, David Trezeguet, Nicolas Anelka y Djibril Cissé. Es estricto en la disciplina y esfuerzo en los entrenamientos, y educó a las diferentes generaciones que dirigió con el objetivo de hacer de ellos hombres, no sólo futbolistas. Pocos de los jugadores llegaron a criticarlo, ya que demostró saber crear relaciones paternalistas con sus pupilos. Logró varios títulos en juveniles hasta que el 12 de julio de 2004 asumió en la selección mayor, en medio de las críticas. Primero algunos lo consideraron responsable de los retiros prematuros de Zidane, Liliam Thuram y Claude Makelele, y luego se le atribuyó la culpa de la sequía goleadora del equipo. Haciendo oídos sordos a todos los reproches, continuó trabajando. Y cuando los ausentes regresaron para contribuir a la clasificación de Francia para el Mundial, pudo sentirse en cierta medida rehabilitado. Domenech se niega a desviarse de la línea que se marcó. Su objetivo es nada menos que el título. No es un hombre propenso ni a la falsa modestia ni a la falta de ambición. Si consigue su objetivo, nadie en Francia volverá a criticarlo. Apareció en el momento justo, bajó a uno que jugaba bien como España y ahora va por Brasil, el gran candidato y su principal obstáculo camino a la final. |