Jens Lehmann detuvo el penal pateado por Esteban Cambiasso y sellaba el pase a semifinales de la selección alemana. Pocos instantes antes, ya había frustrado el tiro de Roberto Ayala. Era el certificado para que Alemania siguiera soñando y festejando. El equipo salió en carrera a festejarlo, pero Lehmann se escapó al túnel. No festejó, no saludó, no corrió, no saltó. Se fue. Lo obligaron a decir una palabras ante las cámaras de televisión y fue lo más breve posible: "Eso es lo que se esperaba de mí como arquero. Un guardavallas alemán tiene que ganar en penales. Ahora viene un nuevo desafío. La gente que salga a festejar, yo me voy a preparar para el próximo partido". Era todo, y se fue, apurado por quién sabe qué. Le tocaba lo que parecía ser otro calvario, enfrentarse a los 300 periodistas en la zona de prensa que esperaban las declaraciones del que ya habían bautizado como el "héroe de Berlín". Pasó de largo, dejó colgada solo una frase, repetida, "hice lo que es mi tarea" y se fue. Ni siquiera en el vestuario cambió de postura. "Estaba muy enchufado consigo mismo, como ausente, muy concentrado", comentó Lucas Podolski. "Se fue enseguida hacia el ómnibus", agregó el delantero. "Con Lehmann tenemos a un gran atajador, que en su trayectoria detuvo muchos penales importantes", agregó el DT Klinsmann. El Estadio Olímpico estalló, la cancha vibró, los jugadores explotaron, pero el héroe optó por el silencio, escapándose a su mundo interior. |