Alemania no tenía entrenador. Nadie quería aceptar el cargo y por descarte se llegó a Jürgen Klinsmann. La apuesta era atrevida porque no tenía experiencia, jamás había dirigido a nadie. Hoy estará ante el gran examen de su corta trayectoria. El escollo es Argentina, nada menos. Klinsmann dice que no está nervioso, que no siente presión. Pero todos saben que de una u otra forma, el rubio DT habrá ganado en aquello de revolucionar el estructurado fútbol germano. Hasta el Mundial, los altibajos fueron muy fuertes, pero en el Mundial todo le salió casi a la perfección. Igual, continúa diciendo que es un aprendiz de técnico, que "está realizando un curso acelerado de entrenador", que aprendió de sus grandes maestros, entre los que incluye a Arsene Wenger, César Luis Menotti y Osvaldo Ardiles ("dos muy grandes amigos") y que admira a José Pekerman. "Lo que yo intento hacer desde hace dos años, él lo viene concretando desde muchísimo tiempo. ¡Cómo me gustaría sentarme a hablar con él para seguir aprendiendo!", decía ayer de José, a pocas horas de su gran partido. Es un fanático defensor del fútbol rápido, de vértigo, y siempre prefiere ganar sufriendo 4-3 que 1-0 y con lo justo. Prioriza el buen fútbol, pero sabe que hoy necesita ganar como sea. Lo sabe y luego de esperar varios días recibió el apoyo que aguardaba con ansias. El espaldarazo de Franz Beckenbauer: "Lo que está logrando el equipo lleva la marca de Klinsmann, que está haciendo un trabajo extraordinario", lo felicitó. Palabras que para Klinsmann son como una bendición, aunque lo que diga el "Kaiser" no pesará más que una victoria ante Argentina. |