Sorprendente y milagroso. Inesperado y veloz. En sólo treinta días, la selección argentina que había partido de Ezeiza en puntas de pie, destrozada por la crítica y con un proceso previo fácilmente olvidable, experimentó su metamorfosis en el tiempo y lugar exacto: en un Mundial. México fue el lugar. Otra vez la tierra azteca testigo directo de la coronación de un nuevo rey. Como en la cita de 1970, hace 20 años atrás la búsqueda del nuevo mesías de la pelota finalizó en aquel caluroso mes de junio en México. Comenzaba la era Diego Armando Maradona. El indisimulable aporte del '10' a aquella selección de Carlos Bilardo llevó a la Argentina a su segundo título mundial, el primero lejos de casa. Pocas veces un sólo jugador fue tan decisivo para un equipo como aquel Diego, cuyo talento explotó hasta la exaltación extrema de los sentidos. Maradona fue el 'rey sol' con sus satélites funcionando en perfecta armonía: una ajustada defensa, la dinámica impuesta en la parte final de la competencia por Héctor Enrique y el aporte de calidad y gol de Jorge Luis Burruchaga y Jorge Valdano. El ideal de equipo que predicó Bilardo casi hasta el fundamentalismo, alcanzaba el 29 de junio de 1986 en el estadio Azteca, la gloria máxima. La eterna corrida de Burruchaga a la par del 'tanque' Briegel, y el toque final con la punta del botín ante la desesperada salida de Schumacher, es el último cuadro de gloria mundial para la selección. "Giré atrás de la mitad de la cancha, levanté la cabeza y vi cómo se le abría un callejón enorme a 'Burru' para que corriera hasta el arco... ¡Cómo grité ese gol!...". recuerda Maradona acerca de su pase-gol. A 48 horas de un nuevo choque mundialista con los alemanes, la efeméride recobra brillo y actualidad. Otra vez son ellos la piedra en el camino. Como hace dos décadas en México, como en Italia '90... Ya es hora que el inconsciente colectivo guarde nuevas imágenes de gloria. El tiempo se encargará de inmortalizarlas. Los héroes de México '86 así lo desean. |