En este Mundial, no sólo Brasil defiende su título de campeón, también Luiz Felipe Scolari. De su mano, la 'verdeamarelha' llegó al pentacampeonato en Japón-Corea 2002. Cuatro años después, Scolari busca entrar en la historia del fútbol de Portugal. Algo ya logró: después de cuarenta años los portugueses jugarán octavos de final. Pero Felipao va por mucho más. Llegó a Alemania campeón del mundo y no piensa en menos que eso. Gaúcho de Passo Fundo, en Río Grande do Sul, por las venas de Luiz Felipe corre sangre italiana: su padre, Benjamín Scolari, era originario del Véneto. Su fisonomía y su carácter sobran para saber que el italiano que lleva dentro le ganó por goleada al brasileño. Apenas discreto zaguero central, Luiz Felipe siempre jugó en clubes chicos y de segundo orden: Aymoré, Caxias, Novo Hamburgo, Juventude de Caxias do Sul y CSA de Maceió, entre 1967 y 1981. En todos ellos, Scolari fue líder natural y capitán, por su fuerte personalidad, su contagioso carácter ganador y su sentido de la disciplina. Tal cual fue como jugador se desempeñó como entrenador una vez retirado, en 1982, pero con una diferencia para nada menor: lo ganó todo. Dos veces campeón de la Copa Libertadores, con Gremio en 1995 y Palmeiras en 1999. En Gremio también fue campeón de la Copa de Brasil en 1994, de la Intercontinental y la Recopa en 1995. También dirigió al Cruzeiro, en 2001 y 2002, la antesala de su más grande éxito como entrenador: la Copa del Mundo con Brasil, en 2002. En noviembre de ese año tomó las riendas de la selección de Portugal con el objetivo de hacer realidad la eterna promesa del fútbol lusitano. Ya dio un gran primer paso, la clasificación a octavos por primera vez desde Inglaterra '66. Profundamente católico, Luiz Felipe lleva siempre consigo una estampita de Nossa Senhora de Caravaggio y otra de la Virgen de Fátima, santa portuguesa. Tanta fe comparte lugar con un espíritu autoritario y polémico. En Portugal lo llaman Sargentao y O Disciplinador. El sólo piensa en seguir siendo campeón. |