Hace unos días Carlitos Tevez reconoció, como lo han hecho muchos crack de su especie, que en Alemania se sentía a gusto por el simple hecho de no tener que luchar contra la enjambre de "moscardones" que cotidianamente lo acosan sin cesar, esté en Brasil o en Argentina. Un Tevez que recién comienza a desandar el camino de la fama, aunque en tierras de la caipirinha sea una suerte de prócer, confesaba sentirse harto de la exposición pública; entonces qué pensará un 'monstruo' como Ronaldo. El "Fenómeno" también se hartó. Se hartó de que hablen de su barriga flácida y no de su capacidad para desnivelar en cualquier sector del campo, de que la prensa publique más centímetros acerca de cuántos alfajores engulló o qué cantidad de litros de gaseosa ingirió antes de la sensacional precisión para hacer de cualquier jugada ordinaria un potencial grito de gol. El más galáctico de los galácticos se cansó de que lo maltraten, de que los flashes apunten a su rostro sufrido a la hora de hacer abdominales, que Lula da Silva interrogue acerca de sus rollitos y sus cachetes de gordito goloso... A todos les contestó, y hoy comenzará a hablar en la cancha. Bien se sabe de qué forma lo hace. El maravilloso delantero está a tres goles de transformarse en el máximo artillero de la historia de los Mundiales, trono que ocupa Gerd Müller desde Suecia '58. Ya lo dijo hace unos días Juan Pablo Varsky, con mucho de razón. Ronaldo utiliza los cuatro años después de una Copa como puente para llegar en perfectas condiciones (y aquí nada tiene que ver el peso) a la otra. ¿Cómo empezaron las turbulencias en la vida de Ronaldo? Quizá durante la mañana de la final de la Copa de Francia, cuando experimentó una serie de convulsiones (a las que muchos llamaron miedo) que casi lo dejan afuera de lo que luego sería caída ante la selección local. Ya a esa altura había sido, en el Barcelona, elegido dos veces el mejor futbolista del planeta. En la boca del mundo, desde el '99 se iniciaría una dura etapa de lesiones que atacaría, por sobre todas las cosas, una de sus rodillas. Luego del Inter se sumó a la Galaxia "merengue", en el 2002 llegó a Corea-Japón con 26 años y bastante maltrecho en lo físico. No le importó: convirtió por ocho en siete partidos y fue el máximo artillero de la Copa. Si hoy convierte, logrará superar a Pelé en cantidad de goles en las citas máximas. De todas formas no lo perdonan. Ya lo dejó entrever Carlitos: nadie es profeta en su tierra. |