Jorge Valdano trasplantó el término de la ópera a los estadios: miedo escénico lo llamó. Es la sensación de vacío y ahogo que en ocasiones atenaza a los artistas cuando salen a escena y se enfrentan con un público que espera por el elixir de su talento. Desde Luciano Pavarotti hasta Barbra Streisand, pasando por una selecta listas de jugadores profesionales, conocen el efecto que produce el respetable cuando se torna gigante. Por supuesto, ¿a quién le importa el miedo escénico que pueda sentir un humilde espectador? Yo, por ejemplo. No lo llamaría miedo escénico sino terror a ser testigo de la historia. Soy incapaz de ver una semi final que se define por penales. O de soportar, en un partido de básquet, ese último lanzamiento atravesando el aire con el reloj en cero capaz de torcer el rumbo de un campeonato. No tengo temple de héroe. Mi pobre corazón no lo resiste. Mi sistema nervioso es el de un pollo de cautiverio. Hace unos meses casi colapso en el transcurso de las páginas finales del libro "El maestro de go" de Yasunari Kawabata. Un libro maravilloso dicho sea de paso. Justo en el momento en el que el alumno y el maestro se debaten en el duelo poético del go, debí suspender la sesión de lectura urgido por la desesperación. Mis manos apenas si sostenían el volumen mientras que las hojas tiritaban en una especie de otoño autoinfligido. Mi hipersensibilidad acaso refleje un trauma infantil no resuelto. O simple cobardía. Aunque prefiero justificarme con el primer argumento, me deja algo más tranquilo. Nunca he entendido cómo es que un jugador que debe esperar su turno para patear el penal que lo separa de la gloria o el fracaso puede...justamente esperar. ¿El abrazo de los compañeros consuela el dolor de la expectativa? Por este motivo es que me siento tan cobijado por Samuel Beckett y Jean Paul Sartre. "Esperando a Godot" no implica realmente una espera sino una aceptación de los hechos. Como no hay tensión en la obra teatral "A puertas cerradas" de Jean Paul. Godot no llegará jamás y las puertas del cuarto de Sartre no se abrirán porque aquél es el infierno y no el purgatorio. En ninguno de los dos argumentos se modificarán las situaciones se me ocurren unas cuantas reflexiones acerca de "Lost" (otro paraíso infernal) pero, creo, no vienen al caso. En cambio, en un penal (Santa Catalina), en un tiro libre o en una jugada de contragolpe, el universo puede girar en 180 grados. Su conexión dejará a unos en la vereda del sol y, a los otros, en la indignidad de las sombras. |