A las 11.47 de Argentina quedó inaugurado el Mundial de Alemania 2006. La fiesta duró algo más de 30 minutos, fue breve, pero desbordante de color y energía desplegados en un resumen de la tradición cultural de Baviera y la modernidad de Berlín. Maradona, ausente. Breve, pero llena de energía. La ceremonia inaugural del Mundial de Alemania 2006, iniciada minutos antes de las once y media de Argentina, desplegó en poco más de media hora la danza, la música y el color de la región de Baviera, combinada con la modernidad de Berlín. El presidente de Alemania, Horst Köhler, dio por inaugurado de manera oficial el campeonato tras dar la bienvenida al mundo en cuatro idiomas diferentes. "Bienvenidos en Alemania", dijo en un mal español el mandatario, flanqueado por el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y el del comité organizador, Franz Beckenbauer. Como estaba previsto, ninguno de los dos habló. Más de cien campeones del mundo de todos los tiempos fueron invitados por la FIFA para participar en el arranque del torneo. La mayoría llegaron en los últimos días y fueron agasajados por la ciudad de Munich, que ayer los vio de nuevo sobre un terreno de juego. La gran ausencia fue de nuevo Maradona, cuya presencia había anunciado la FIFA. El argentino, poco amigo de los actos oficiales organizados por la federación internacional, no se dejó ver en el Allianz Arena de la ciudad de Munich, junto a viejos compañeros como Nery Pumpido, Héctor Enrique, Mario Kempes y Osvaldo Ardiles. Junto a ellos, estaban otros campeones de todos los tiempos, como Jairzinho, Jack Charlton, Berti Vogts o el mismo Pelé. La tradición bávara y la modernidad de Berlín se mezclaron en la ceremonia de apertura, previa al partido entre Alemania y Costa Rica. Con puntualidad alemana, justo a las 16.23 hora local, 11.23 en la Argentina, un grupo de 182 tamborileros del sur de Baviera llenaron el campo del Allianz Arena. Látigos, campanas y tradicionales trajes de cuero se extendieron por encima de la lona verde que cubría el campo. Ciento cincuenta bateristas interpretaron una audaz versión de la novena sinfonía de Beethoven . El show fue concebido por el director del Teatro popular de Munich, Christian Stückl, quien lo articuló alrededor de un mensaje universal de llamado a la amistad, un homenaje a las leyendas vivas del fútbol, y una síntesis de la cultura alemana, entre la tradición y la modernidad. La canciller alemán Angela Merkel, que tres días atrás cenó con los jugadores del equipo anfitrión, se encontraba en la tribuna presidencial. De repente, el campo se transformó en un mar rojo, la música bávara se detuvo y le dejó lugar al pop del grupo berlinés Seeed, al ritmo del que bailaron 20 jóvenes de estética hip-hop. Los tambores volvieron al campo, pero esta vez tocados por seis grupos que simbolizaban las confederaciones de la FIFA: "El mundo entre amigos". La Copa hizo entonces su aparición. Pelé, tres veces campeón del mundo, la portaba, y junto a él, la mejor embajadora alemana: la ex top model Claudia Schiffer, reconvertida en relaciones públicas con motivo del Mundial. Tras el discurso del presidente, todos regresaron al campo. Bávaros, bailarines y campeones, todos juntos participaron de la fiesta final de música y color que Alemania quiere para su Mundial: "A time to make friends", "Un momento para hacer amigos". (DPA/AFP) |