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Viernes 09 de Junio de 2006
 
 
 
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  El padre de la criatura

José Pekerman supo impregnar a sus selecciones un estilo muy particular. Su marca indeleble.

 
 

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Cambió su gesto. Se tornó adusto, inconcluso pero adusto. ¿Hoy que dirige al seleccionado argentino...Reniega de haber sido taxista? José Pekerman miró a su interlocutor como viéndolo lejano, apagó un pocos sus ojos y contestó con modestia. "De ningún modo...jamás podría renegar de eso".

José Pekerman desembarcó en Buenos Aires llegado desde Holt Ibicuy, un pequeño pueblito de Entre Ríos donde la agricultura pasó a darle de comer a pocos. Fue repartidor de pizzas, vendedor de garrafas y conductor de esos rodados que jamás dejan de ronronear.

Su existencia dio un vuelco total cuando se acercó hasta la AFA para entregar un proyecto que provocaría un boom total en las selecciones juveniles y le permitiría olvidarse para siempre del taxi. Desde ese momento su trasero se posaría en el banco de los suplentes, nunca más en esos coches.

Pekerman ya había dejado su marca indeleble en equipos juveniles en Argentina,Chile y España, pero en el '94 comenzó a gestar lo que aquí se llamará el "Estilo P".

Su vida se volvería atípica. Porque llegó al predio de Ezeiza en 1994 y un año más tarde Qatar lo pondría en la cima del mundo. Malasia -en el '97- dejaría en claro que el molde "P" ya estaba terminado y que en el seno de ese grupo de jugadores se gestaba más que el futuro del seleccionado: ahí habían verdaderas estrellas del fútbol planetario.

Parece algo casi ilógico en la selva del deporte, pero nunca nadie habló mal de Pekerman. Menos que menos sus jugadores, y con muchos de ellos el idilio llega hasta estos días.

¿Cuál es la receta de este estilo de conducción? Sólo algunos conocen los ingredientes, que en pocas oportunidades se hicieron públicos en cuentagotas: respeto, solidaridad, fair play, sacrificio y, por sobre todas las cosas, compromiso con la ideología perkermaniana.

José no llegó por los canales habituales a dirigir la selección. Porque en realidad Julio Grondona le ofreció hacerse cargo de la "papa caliente" luego de la gestión de Daniel Passarella, pero el entrerriano prefirió rechazar la propuesta, siempre con la gentileza marcada en el rostro, y recomendar a Bielsa.

La oportunidad se le presentó por segunda vez con la renuncia del "Loco" -el 15/09/04-, pero casi por descarte, ya que la patria futbolera reclamaba a Carlos Bianchi, y el "Virrey" le dijo no por sus diferencias con Grondona.

No cambiará. Siempre será ese ser introvertido que deambula por las pantallas de televisión perdido en sus pensamientos, con el rostro color ceniza, inmutable, contemplativo.

La herencia de Pekerman, del estilo Pekerman, se mantendrá por años, dispersa en el mundo, emulando un perfil que ya es marca registrada.

Seguramente Pekerman no cambiará. Los medios continuarán criticándolo por ser aburrido, por bancar a sus "mimados" y hasta por la ropa que se pondrá. Pero a José nadie lo arrebatará de su mundo, sus cosmos. El tiempo le dará la razón o lo confinará al olvido.

Mientras, a los 56 años, emprende un desafío aún más difícil que conducir su taxi en las esquizofrénicas calles de Buenos Aires: intentará que la Copa del Mundo vuelva al país tras 20 años de espera.

En los juveniles tiene tres campeonatos mundiales ganados. ¿Será tiempo de la Mayor?

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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