A partir de su actuación tras las cuerdas, Ramón "Rocky" Roquer se convirtió en un líder del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa. Tiene 31 años y desde hace ocho trabaja en una empresa petrolera. Seducido por el oro negro e inmerso en continuar "los pasos de su padre" abandonó sus estudios y optó, como muchos jóvenes catrielenses, por "andar el campo" para ayudar económicamente a su familia.

De lunes a viernes realiza tareas de baterista, pero también es requerido en otros sectores. Cuenta que la actividad devenida del petróleo lo apasiona pero que le molesta el viejo concepto del petrolero como un hombre fugaz y desapegado a la familia,

Dedica parte de su tiempo libre a la actividad física. Eligió el boxeo para descargar las tensiones de las horas laborales en las que debe estar lejos de su casa y de su familia. Sobre todo de Milagros y Luisina, sus dos pequeñas hijas, quienes encontraron en su papá esa especie de súper héroe al que admiran y en el que se sostienen para sentirse seguras y protegidas.

Comenzó a boxear en marzo y hasta ahora, no lo han visto caer. Con cinco peleas encima ya tiene tres ganadas, dos empatadas y el reconocimiento de un grupo de jóvenes que lo eligió como figura representativa dentro del sindicato que los nuclea.

El boxeo es un deporte que suele acarrear preconceptos. Quienes conocen a Ramón lo califican como una persona de carácter tranquilo y alegre. "Digno de confianza", dicen sus compañeros en la vorágine petrolera, que encontraron en él al vocero de los reclamos y el guía en el trabajo en la aspiración por "mejores condiciones de vida".

En tanto, de su destreza en el ring cuentan que no se achica, que "arremete y pega" y que con sus 83 kilos defiende su altura (1,78) sin importar el tamaño de su contrincante. Así lo demostró en la última pelea, en la que noqueó a su adversario en el tercer round, más allá de que el rival lo superaba en peso y altura.

Su familia lo espera cada viernes, después de cinco días de ausencia. "Las mujeres sufren", expresa Ramón y cuenta que su mamá y su hermana no quieren que siga boxeando. Sin embargo Catriel, 25 de Mayo, Choele Choel, Cinco Saltos y Rincón de los Sauces han sido testigo de sus presentaciones y las han visto llorar y aplaudir cuando baja del cuadrilátero rodeado del grupo de jóvenes sindicalistas que lo apoyan y estimulan. Ahí, lejos de las tareas de campo, tras las cuerdas, no existen bocas de pozo, supervisores, pañoleros, bateristas ni recorredores.

Ramón "Rocky" Roquer encontró en el box amateur una manera de establecer más lazos en vez de cortarlos. A partir de su actividad, se fortaleció y creció la familia. Dice que así lo siente cuando cada viernes ve a Milagros y Luisina que lo esperan para verlo entrenar, o cuando saltan de alegría y lo aplauden, mientras sus compañeros celebran o reniegan. Y si hay algo que lo moviliza y motiva a seguir esta disciplina, es saber que a su lado siempre está la abuela Yolanda.