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Jueves 13 de Diciembre de 2007
 
 
 
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  LAS POLÍTICAS NACIONALISTAS (I)
  Las decisiones que tomó Perón
Preocupaba la dependencia del combustible importado ante la expansión del transporte y la industria nacional.
Por ello, mantuvo conversaciones con representantes de Estados Unidos y de la Standard Oil, en 1946.
 
 

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Cuando se analiza la política petrolera durante el gobierno peronista, surge la pregunta: ¿por qué Perón desarrolla fuentes alternativas de energía, no capitaliza la empresa petrolera nacional en un proceso tendiente a mantener el ritmo de la economía ávida de combustible e inicia una lenta pero sostenida política, orientada a la incorporación del capital privado a la industria petrolera?
Pretender explicar este proceso que intenta asociar intereses contrapuestos, sugiere la necesidad de realizar un análisis en varios niveles y momentos. En el primer momento, que coincide con la puesta en marcha del Plan Quinquenal y la creación del IAPI, Perón está interesado en activar el ingreso del capital extranjero y piensa en su incorporación en algunos sectores de la economía a través de la conformación de empresas mixtas; esto último incluye a los combustibles. Si bien el Plan no abunda en explicitaciones sobre los hidrocarburos, se coincide tanto al interior como fuera del gobierno, acerca de la carencia de combustible para abastecer el mercado interno a largo plazo. Esto aumenta en la medida que avanza la industrialización por sustitución de importaciones sin que logre modificar la estructura productiva argentina, denotando claramente sus limitaciones. Es decir que en la medida que avanza el proceso, crecen los requerimientos de insumos, bienes de capital e intermedios como el combustible para cubrir la demanda. Perón no descarta, simultáneamente a la puesta en marcha de la planificación de su gobierno, conversaciones con representantes de EE. UU. (embajador Messersmith) y de la Standard Oil (Metzger) sobre un tema que le resulta preocupante: la dependencia argentina del combustible importado, que se corresponde con la expansión del transporte y de la industria. Las conversaciones se concretan en momentos (1946) que aún no se distiende la relación argentino-norteamericana a la que se hace referencia más arriba, aunque el representante (que sucede a Braden) actúa firmemente en favor que las mismas mejoren y, la inversión norteamericana en el petróleo, puede ser –al mismo tiempo– objetivo y consecuencia para una solución.
El presidente debe accionar en el frente externo y en el interno; en este último, las FF. AA., plantean su preocupación por el reequipamiento armamentista. Hay, simultáneamente dualidad y pasividad en los hombres del Ejército; mientras que en otro sector de las armas, en la Aeronáutica, el problema se muestra con mayor consistencia.
En rigor, la pregunta es cómo reacciona el complejo bloque de poder y los nacionalistas que apoyan al gobierno, si éste decide quitar a la empresa pública de petróleo su rol central en el mercado del crudo? Dice el representante estadounidense: “El (presidente Perón) advirtió que el Estado no tenía suficiente dinero, aún bajo las mejores circunstancias, para ayudar adecuadamente a YPF en un programa amplio. Había llegado a la conclusión de que era preciso dar toda clase de aliento a las compañías petrolíferas foráneas para que expandieran aquí sus programas” (...) “Después me preguntó si yo pensaba que las compañías norteamericanas estarían interesadas en integrar una sociedad mixta, es decir, en actuar como asociadas con el gobierno argentino”.
Tanto Perón como la Standard Oil coinciden en constituir una empresa mixta, el problema se plantea en el nivel de las concesiones de uno y de otro. El trust yanqui solicita exclusividad en la exploración del recurso al sur del paralelo 49º por 10 años y se compromete a suministrar como contrapartida, los bienes de capital para la explotación en concepto de un préstamo sin intereses. El gobierno nacional recibe el 12% de las regalías de los espacios donde se encuentre petróleo y el 51% de las ganancias obtenidas, luego que la inversión se amortice. Acerca de la constitución de la sociedad, se debe integrar por miembros argentinos (incluyendo su presidente, designado por el gobierno) y norteamericanos.
Las conversaciones, a las que asiste no sólo el Director General de Energía, general Descalzo, sino también el presidente de YPF, General Albariños, parecen dirigidas a fructificar en un decoroso acuerdo. Sin embargo, no sólo se plantean objeciones de parte de la Standard Oil, sino en lo que atañe al gobierno nacional, es interesante observar como piensan los hombres del régimen político. Por un lado, Miguel Miranda a la sazón presidente del Consejo Económico, el Ministro de Relaciones Exteriores Bramuglia y el presidente del BCRA, acuerdan con el presidente. Por otro, el nacionalismo petrolero mosconita está presente no sólo en ypefianos como el ingeniero Julio Canessa, provisionalmente al frente de la empresa, sino en el propio aparato estatal. Así, el Secretario de Industria y Comercio, José Barro; el Ministro de Hacienda, Cereijo y el Secretario de Aeronáutica de la Colina, muestran su apoyo en defensa de la autonomía de la petrolera y el desacuerdo con las gestiones de un sector del gobierno proclive a la incorporación de capital extranjero a la industria. Más aún, se instala en la escena pública, un tema olvidado con el derrocamiento de Yrigoyen: el monopolio del recurso y la expropiación de las concesiones privadas.
Lo sucedido en la relación capital extranjero-YPF, muestra las diferencias ideológicas al interior de un gobierno, que aunque no revisten la intensidad para traducirse en lucha facciosa, son expresión de intereses contradictorios producto del heterogéneo acuerdo que le permite el triunfo a Perón en febrero de 1946. A un año de gobierno, la retórica nacionalista queda al desnudo: la política de nacionalizaciones no se asocia a la estatización de la economía. Las tratativas del gobierno destinadas a incorporar capital extranjero, norteamericano o británico y sus consecuencias, obligan a Perón –pragmático respecto del petróleo– a posponer su accionar aunque manteniendo públicamente la construcción discursiva nacionalista, hasta que en nuevas condiciones internas y externas, concreta la alianza con el trust estadounidense (1955). El gobierno tiene conciencia de la necesidad de contar con combustible para mantener activo el mercado interno y su proyecto político; sabe de las restricciones de equipos de perforación, refinación y repuestos en general para la industria, pero también tiene claro que si se pone en marcha lo que proponen los nacionalistas de su gabinete, la consecuencia es el retiro del capital.
El tratamiento del tema combustible en el Plan Quinquenal no es muy abundante y, más bien, lo aborda la empresa como colaboración a su desarrollo. A través de la publicación institucional, los Boletines de Informaciones Petroleras (BIP), la compañía publicita en febrero de 1947, un programa de trabajos que constituye un conjunto de estudios integrales a realizar, objetivos que se pretende alcanzar en cuanto a perforación de yacimientos y producción de los mismos.

Fuente: Orietta Favaro.
Historia. UNC/Clacso

 

   
   
 
 
 
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