Como informó este diario en varias ocasiones, sigue abierta la polémica que tiene, de un lado, a quienes defienden el control estricto y a la vez restrictivo de accesos a determinados ambientes pesqueros, y aquellos que sostienen la tesis de que todos los accesos deben ser libres e irrestrictos.
Por cierto, la legislación vigente asegura el carácter público de los cursos y espejos de agua, pero la discusión irresuelta se funda en que, para algunos, los ambientes más frágiles deberían tener restricciones (tanto de acceso como de flotadas, si las hubiere), para evitar la degradación del recurso.
Ese argumento choca, sin embargo, con la advertencia de otros que creen ver por detrás de la inquietud, un solapado interés por mantener la exclusividad en el negocio de la pesca.
El caso es que muchos de los accesos tradicionales han desaparecido, con la multiplicación de alambradas.
La polémica sigue abierta.