Desde las alturas de su departamento, en Puerto Madero, la simetría guarda un parangón análogo a lo que proyecta su imagen de político. En el living, dos guitarras enfrentadas recuerdan su pasatiempo recuperado hace un año y medio cuando decidió renunciar para oxigenar el gobierno de Cristina Kirchner.

El ex jefe de gabinete de los Kirchner, Alberto Fernández, está terminando sus memorias de aquel pasado reciente, cuando creyó en un proyecto, que luego se hizo trizas con la resolución de las retenciones móviles al campo.

Actualmente es de la idea de que el peronismo debe cambiar de caras. Asegura que la opción no es más Kirchner o Duhalde. Rescata a varios dirigentes: al salteño Urtubey, el chaqueño Capitanich, el tigrense Massa y, sin pudor, a él mismo. Prepara el café y lo sirve antes de comenzar la entrevista con "Río Negro":

-¿Ha hecho un balance desde que dejó la jefatura de gabinete de Cristina?

ÐAlgunas decisiones que se tomaron en la etapa de Cristina no tuvieron que ver con mi convicción. Me fui porque ya no podía influir o incidir como antes.

-¿Sirvió de algo su partida?

-No soy yo quien tiene que decir si le sirvió al país. Me dejó en paz conmigo mismo. El gobierno, en este último año y medio, tuvo muchas dificultades. Empezó con una situación difícil por el caso de Antonini Wilson, que venía de antes. El tema del campo fue un punto de inflexión en el diálogo entre el gobierno y la gente. Después le costó recomponerse. Siempre quedará la duda si algunas decisiones no se podrían haber tomado de mejor modo: la estatización de fondos de pensiones se hizo de manera que quedó la percepción equivocada de que se trató de una expropiación de bienes; nadie dudaba que había que sacar una ley de medios, pero el modo puso en tela de juicio si era correcto o no; la reforma electoral se sacó a días del cambio en el Parlamento sin abrir ningún debate.

-¿Néstor Kirchner no asumió la derrota electoral?

-Hubo dos planos paralelos. El institucional se correspondía con la caracterización sociopolítica del 2007. Otro real, a partir de lo ocurrido el 28 de junio. En un trecho funcionaron las dos Argentinas. Y entonces salieron un par de leyes importantes que chocaron con la nueva realidad y provocaron el deterioro del gobierno. El 10 de diciembre esa realidad cayó abrupta, feroz, sobre el gobierno. Habrá que ver cómo se ambienta. No tendría que ser traumático. Deberá ser un gobierno más parlamentarista y asumir que ya no es mayoría sino primera minoría.

-Pero, ¿no le parece que más que abrirse a una nueva etapa los Kirchner siguen jugando a todo o nada?

-Es difícil seguir jugando como antes, cuando no hay mayorías automáticas. El acto de gobernar supone confrontaciones. El problema está cuando uno confronta con todos y al mismo tiempo: genera crispación y queda uno contra el mundo. Es el momento de repensar si en algo no se está equivocando. Se tendrá que revisar esta forma de gobernar si quiere amigarse con la gente. No la puede estar retando todo el día como si fuera una subespecie confundida. Kirchner fue el presidente que mejor interpretó a la sociedad. Escuchaba con una facilidad sin igual la demanda ciudadana: así arregló la cuestión con el Fondo Monetario, salió del default con una lógica propia, cambió la Corte Suprema y terminó con la impunidad.

-Eso fue durante la primera presidencia. ¿Perdió el olfato durante la gestión de su esposa?

-Algo así pasó. Hubo una enorme confusión sobre el conflicto del campo y la reacción social.

-¿Usted se sigue sintiendo parte de este proyecto?

-Soy parte fundadora de un proyecto que atendió la demanda del votante de la Alianza, en el 99. Kirchner hizo muchas cosas y Cristina debió completarlo. El proyecto quedó inconcluso. Sigo parado en el mismo lugar, pero no se si los Kirchner representan el liderazgo de ese proyecto.

-¿No estamos entonces frente a un dilema?

-Hay una dirigencia peleada más por cuestiones personales que por proyectos o ideas. No quiero que me sometan a elegir entre Kirchner y Duhalde, o entre Cobos y Carrió. No comparto esto de que para resolver nuestros problemas tengamos que mirar al pasado y acudir a nuestros "padres" para buscar las soluciones. Aplico lo de Einstein: si se siguen haciendo las mismas cosas no hay que esperar resultados distintos. Hay caras nuevas con experiencia de gestión para hacerse cargo, (Juan) Urtubey, (Jorge) Capitanich, (Sergio) Massa, la mía....

-Si quieren surgir, tendrán que ganarle a Kirchner, con sus reglas...

-Si ésa es la solución... las estructuras pesan cada vez menos en la gente. Hay pruebas: De Narváez le ganó a Kirchner, Graciela Fernández Meijide a Duhalde. Y fíjense lo que pasó en River. Un señor como Passarella, con su prestigio, prácticamente sin hacer campaña, terminó quedándose con la presidencia. Hay un instante en que la gente dice "voto lo que me convence" y ahí no hay estructura que valga...

-¿Está bien que Kirchner sea diputado?

-No es un error que haya asumido. Es el compromiso que tomó con los votantes. Pudo haber sido un error que se haya postulado. A la luz del resultado no fue la mejor decisión.

-¿Las testimoniales fueron un fraude?

-Según. Unos dijeron que era un fraude porque nadie iba a asumir, pero si lo tomamos como un gesto altruista de apoyar un proyecto se puede ser más benévolo. Evidentemente, esa experiencia ha sufrido una descalificación social generalizada. No fue buena la movida.

-¿Cómo ve la posibilidad de que a partir del 2010 domine la vetocracia?

-Los diputados y senadores son parte del gobierno, no paracaidistas sueltos. El Parlamento es un poder colegiado que tiene la responsabilidad de gobernar. Fue muy poco feliz lo que dijo (Agustín) Rossi en el sentido de que se iba a vetar todo lo que no había sido votado por el oficialismo; y muy poco felices las expresiones de parte de la oposición que pretendía quedarse con todo, en un intento por obstruir la tarea del Poder Ejecutivo.

Finalmente hubo un marco de acuerdos razonables. El oficialismo retuvo la presidencia y las comisiones más importantes. Hay que entender que estamos en una situación difícil, que hay un gobierno que perdió la mayoría y le cuesta entenderlo. La oposición debe hacer un esfuerzo doble para comprender esa debilidad, evitar sobresaltos y garantizar la gobernabilidad.

-¿Se sobredimensionó la victoria de la oposición?

-Es que aquí todos saben quién perdió pero nadie sabe quién ganó. En el espectro opositor hay un alto grado de atomización. Son ejércitos apuntando desde distintos lugares. Y como el gobierno hizo de todo para irritarlos, el 3 de diciembre se juntaron y dispararon desde el mismo lado. Pero el PRO de Macri no quiere lo mismo que "Pino" Solanas. Cuando se hable de derechos sindicales van a estar enfrentados. La cosa tampoco es tan simple como sugiere Aníbal Fernández, que dice "cuando mandemos leyes progresistas (las fuerzas de centroizquierda) van a votar con nosotros". Hará falta un cambio de conducta que el gobierno puede protagonizar, no digo que no. Pero tendrá que ceder poder. En los sistemas parlamentarios lo que se hace es lotear el poder.

-Ahora, todos esos ejércitos, como usted los define, hablan de la corrupción en el gobierno...

- No me gusta hacer política con eso. Si hay un caso de corrupción, que investigue la Justicia. No hago política con esas cosas. Es como escupir al cielo. Hay que dar un debate más profundo. Ojo, con esto no estoy avalando la corrupción ni pidiendo que no se castigue.

-¿Y qué opina sobre la declaración jurada de los Kirchner? ¿Es transparente?

-Lamento que no se explique más. Hay cierta dosis de soberbia. Lo peor es el silencio. Quiero creer que hay argumentos para explicarla públicamente. Yo sólo puedo hablar de mi declaración jurada.

-¿El divorcio de los K con la clase media es irreversible?

-No es una cuestión con la clase media, es con la sociedad en todos sus estratos. Perdieron la confianza de la gente. Hay un poder innecesariamente confrontativo. Hay muchos temas que se plantearon como revoluciones y de revolucionarios no tienen nada ¿Qué tiene de progresista el pago al Club de París? Nadie duda que hay que salir del default, pero ¿de este modo, pagándole a los fondos buitres? ¿Cuál es el apuro? Cuando ve esta virulencia, la sociedad se irrita y se preocupa. Nadie quiere vivir otra vez violencias políticas, ni crisis como la del 2001. En el pleito del campo una parte de la culpa fue nuestra. Lo hubiéramos admitido y seguido adelante. Insisto, no me molesta la confrontación de intereses en democracia, pero cuando un gobierno se pelea con todos al mismo tiempo genera espanto y debería preguntarse si el equivocado no es uno.

-La inseguridad figura al tope de las preocupaciones. ¿Cómo se sale?

-El discurso no pasa por la mano dura o blanda. En el 2001 aumentó la pobreza estructural, que es impermeable a los sistemas de control social. Votamos todas las leyes que quería (Juan Carlos) Blumberg y no se mejoró nada. El asunto es mucho más profundo. (Roberto) Lavagna tiene razón cuando dice que hace falta un crecimiento sostenido de por lo menos 10 años. Es una tarea de largo aliento. Detesto a la gente que pide que "se vayan todos". Es una bajeza hacer campaña como hizo De Narváez. Le mintió a la gente. El garantismo no es ni más ni menos que garantizar los derechos constitucionales. Los sistemas de control social son esquemas que le meten al ciudadano la lógica de lo bueno y lo malo. Los sectores marginales no acceden a esto, al colegio, al trabajo. Los chicos están en la calle, las madres se prostituyen, los pibes consumen paco. El sistema no funciona. Hay que incorporarlos y dejarse de simplificar,

-Por lo que señala, ¿no estuvo de acuerdo con famosos como Tinelli o Susana Giménez?

-Les dirían que vengan y se hagan cargo. ¿Bajarían la edad para imputarles delitos a menores? Hay que saber que los delitos que se cometen a través de menores son el 5 por ciento. ¿Qué hacemos con el otro 95? No hay que correr detrás de la desesperación ciudadana. Una buena medida es la que adoptó (Sergio) Massa en Tigre, que llenó de cámaras las calles. Una suerte de gran hermano, que desalienta la delincuencia. Como dijo Perón, el hombre es bueno pero si se lo controla es mejor.

-¿Ya está en la vereda de enfrente de los Kirchner?

-Se puede hacer política sin estar en contra y sin estar a favor. Rescato lo mejor de Kirchner y Duhalde, pero no quiero verlos en la discusión futura. Son los medios los que quieren instalar esa opción. Hay que construir otro debate. Siento que los K han expulsado a los sectores independientes, que le daban un equilibrio. Hay que salir de la trampa electoral en la que nos quiere meter el gobierno. La reforma garantiza el bipartidismo y nos divide. El gobierno nos quiere meter en un corralito, traernos al peronismo a fuerza de latigazos.

-¿En dónde ubica a Julio Cobos?

-Con Cobos tuvimos un punto de ruptura cuando votó contra el gobierno. No debió hacerlo. Generó un trauma institucional. No lo demonizo. Tengo buen trato con él. Es un ser humano y resolvió lo que le salió. Y si hoy llegase a estar con De Narváez, no tendría nada que ver con él. Sin embargo, creo que no debe renunciar, aunque no es bueno que esté de campaña permanente. Hay que preservar la institucionalidad y que Cristina termine su mandato. Creo que la estoy ayudando cuando hago estas declaraciones. Ojalá que ella lea esta entrevista.

 "Lo peor de la derecha"

Si alguna animadversión tiene Fernández es con Mauricio Macri y Francisco de Narváez, a los que inscribe "en lo peor de la derecha que actúa en base a lo que le dicen los publicistas".
Vaticina problemas fiscales "muy serios" para este año.
"Cuando nosotros gobernamos -explica- el modelo de Kirchner favorecía las exportaciones con el dólar muy alto. Ahora el mundo es otro. La crisis no ha pasado y por más alto que se ubique al dólar, no hay compradores para todos nuestros excedentes".
Reconoce que las medidas para incentivar el consumo ayudaron a que "no nos cayeramos más", pero enseguida apunta: "Algo hicimos mal porque Chile y Brasil terminaron el año creciendo y nosotros en caída".

Con Cristina, cuatro meses espantosos

-¿Qué dirá de Kirchner en sus memorias?
 -Fue el mejor presidente de la democracia. Tiene claroscuros, pero el resultado final ha sido bueno.
Ahora, el Kirchner actual no tiene nada que ver con el anterior.
Lo de Cristina es diferente. Tuvimos una experiencia traumática con cuatro meses espantosos. Es una mujer inteligente, brillante, con mucha dedicación al trabajo.
El conflicto complicó mucho.
-¿Y por qué no acierta y revierte la tendencia?
-Es que tiene dificultades para entender algunas cosas que pasan. Se encerró y se rodeó de aduladores y los que planteamos algunas disidencias nos convertimos en traidores.
Los mejores amigos son los que dicen la verdad.

Mujica es lo nuevo

A Alberto Fernández se lo ve entusiasmado con el proceso de renovación en la región. "En Chile -dice- la concertación sufrió un desgaste en forma similar a lo que está pasando en la Argentina".
-¿Mujica no representa a lo viejo en Uruguay?
-Es lo nuevo. La novedad es que los uruguayos, conservadores, se hayan animado a votar a un hombre como Mujica, que no es un loco suelto sino un tipo que tuvo su propia experiencia y entendió lo que pasó en el mundo y por dónde pasará el futuro.
-¿Cómo se inserta la Argentina en la región?
-Si la pregunta apunta a Venezuela, no hay un encolumnamiento 100%, pero sí un acercamiento explícito excesivo. La Argentina se muestra más con Chávez que con otros. Lamentablemente, Brasil va a perder al mejor presidente que tiene América Latina y lo vamos a extrañar todos.

POR ARNALDO PAGANETTI Y HORACIO CARIDE