La dinámica del poder tiene una lógica particular, que tiende a retroalimentarse en forma autónoma.

Este fenómeno requiere, de quienes ejercen posiciones de relativo poder, un esfuerzo consciente para mantener conectadas las fibras de una relación compleja.

Es que las necesidades del poder no suelen ser las mismas que las del ciudadano común. Las prioridades, el modo de medir los efectos y los tiempos, el punto de mira... son diferentes.

Ignorar la brecha implica un desafío a la propia suerte.

Los graves problemas que enfrentó la provincia de Río Negro durante el 2009 estuvieron, en su mayoría, ligados al modo en que la crisis económica global golpeó a sus actividades productivas y a la fenomenal concentración de recursos fiscales que acentúa desde hace años el gobierno nacional.

Y, de alguna manera, la gestión de Miguel Saiz no ha sido parte de la solución de ninguno de estos problemas sino, más bien, parte del problema. Sea porque quedó presa del alineamiento político que la mantuvo en el poder, sea porque no tuvo en sus filas autonomía de pensamiento como para idear estrategias exitosas.

En el primer caso, el desfinanciamiento del Estado le ha impedido al gobierno rionegrino plantear un esquema de apoyo a sus sectores productivos.

Sin un banco público ni acceso al crédito en condiciones aceptables para la tasa de retorno de cualquier negocio lícito, los organismos del Estado vinculados con la producción han quedado con las manos atadas, actuando como escuchas pasivos de las dificultades de quienes generan la riqueza en la provincia.

Al mismo tiempo que la calidad de los servicios públicos se deterioraba y crecía la brecha entre los problemas privados y las respuestas públicas, la planta de personal del Estado se incrementaba sin medir necesidad ni calificación. Y ninguna de las anunciadas medidas de austeridad causaba efectos notables en favor de ordenar la razonabilidad de un gasto orientado en su mayor parte a sostener una estructura desmesurada.

En el plano estatal, las únicas inversiones interesantes han sido realizadas con fondos nacionales o internacionales, como las demoradas mejoras en las rutas 22 y 23 y ampliaciones para adecuar escuelas a la implementación de la jornada extendida.

En el campo privado, cada sector debió lamer sus propias heridas. Sobre todo la ganadería y la producción frutícola, afectadas la primera por la sequía y la segunda por la pérdida de poder relativo en la cadena de comercialización.

En cuanto a la pérdida del federalismo en materia de recursos y poder de decisión, Saiz ha persistido en quedarse en un lugar cada vez más incómodo: el de aliado del kirchnerismo, a pesar de todas las evidencias respecto de las ruinosas consecuencias que el "estilo K" acarrea para la provincia.

El 2010 no será un año fácil desde el punto de vista presupuestario en Río Negro.

El primer trimestre del año llega para el Estado con dificultades para cumplir con obligaciones en materia de salarios y pagos a proveedores y prestadores de servicios.

Y cualquier mejora relativa dependerá de que se cumplan las previsiones sobre cierta recuperación de la actividad económica que basten para mejorar los niveles de la recaudación propia.

Por ahora, nada permite suponer que la estrechez genere un cambio de actitud del gobierno provincial, que parece más confiado en la falacia de enjugar el déficit corriente con un préstamo privado costoso que en replantear la estructura del gasto estatal para sanearla y hacerla sustentable.

Una decisión tal implica que la brecha entre la lógica del ciudadano común y la lógica del poder se abre.

Incrementar el endeudamiento no sólo no contribuirá a hacer un Estado mejor sino que afectará aún más la capacidad de maniobra de las gestiones futuras en la provincia.

El poder está anclado a la circunstancia. La ciudadanía, por esencia, está ligada a la permanencia. Los habitantes de Río Negro estaremos acá para pagar las cuentas cuando este gobierno y el próximo ya sean historia. En lugar de tejer una estrategia sustentable de gestión de la crisis, el gobernador trabaja con intensidad sólo en el plano político.

Plantea la reforma constitucional como si fuera solución urgente. Y aun entre los suyos hay quienes temen que lo haga no sólo para actualizar el texto que rige desde 1988 sino con la intención de que se le abra la puerta a una posible re-reelección.

Desde la óptica del ciudadano común, resulta llamativo que Saiz privilegie a la reforma constitucional por sobre otros objetivos tales como mejorar la calidad de los servicios, la infraestructura o la eficiencia del Estado que conduce desde hace seis años.

En realidad, más allá de un par de artículos cuya reforma podría hacerse por enmienda, nadie más que él plantea inquietud sobre la cuestión.

Por de pronto, es claro que el marco normativo vigente en la actualidad no permite una re-reelección, por lo tanto Saiz comenzó ya a vivir la segunda mitad de su segundo mandato consecutivo, lo que implica que no podrá aspirar a una tercera gestión al menos sin un período intermedio.

Así, quienes aspiren a sucederlo comenzarán en 2010 a proponerse a la sociedad como alternativas. Para eso, lógicamente, deberán analizar con espíritu crítico la actual gestión ofreciendo hacer las cosas mejor.

Varias de las alternativas a Saiz ya están planteadas. Desde el peronismo: Carlos Soria y Miguel Pichetto. Desde el radicalismo: Bautista Mendioroz y Fernando Chironi en fórmula con Juan Pablo Álvarez Guerrero. Y con ánimo de asociarse a la UCR, Magdalena Odarda y Alberto Weretilneck.

Cualquiera de ellos intentará cuestionar vivamente a Saiz.

Sólo en eso estarán de acuerdo. En otros temas, es claro que la divisoria de aguas será el acuerdo o no con el gobierno nacional y con la decisión de Saiz y varios de sus allegados de embarcarse en una adhesión acrítica tras el kirchnerismo.

Queda por saber si la militancia de los partidos políticos se ocupará esta vez de intervenir en forma activa en la designación de candidatos y en la conformación de propuestas de gobierno y alineamientos políticos. O si permanecerá, como hasta ahora, en un segundo plano silencioso.

En el radicalismo, comités locales ya han comenzado a debatir con tono crítico la adhesión al gobierno nacional y toda reforma constitucional que no sea en beneficio de una mayor transparencia en la participación política ciudadana.

En el peronismo, los intendentes lideran el debate interno respecto de cómo se distribuirá el poder en la fórmula y de qué modo participarán las unidades básicas locales en neutralizar posturas personalistas tanto de Soria como de Pichetto, dos dirigentes con proyectos de gobierno pero poco interesados en el trabajo en equipos.

El 2010 promete definiciones difíciles, penosas.

Nada es fácil en una provincia que gasta más de lo que posee.

POR ALICIA MILLER