Cada viernes, al atardecer, hay reunión de funcionarios en la Quinta de Olivos. No van a trabajar. Van a jugar al fútbol. Buena parte de los principales ministros y secretarios de Estado del Gabinete se divierten junto al anfitrión del evento, el ex presidente Néstor Kirchner, que se ocupa desde el mediodía de que algunos de los dirigentes clave de la administración de su esposa, la presidenta Cristina, terminen sus labores a tiempo para tener listos dos equipos de once jugadores cada uno poco antes de que se haga noche: el jefe de Gabinete, Sergio Massa; el secretario de Obras Públicas, José López; el jefe de la SIDE, Héctor Icazuriaga; el titular de la Sigen, Julio Vitobello y el vocero de Kirchner, Alfredo Scocimarro, entre muchos otros, suelen ser algunos de los jugadores de los partidos de los viernes.
La imagen de Kirchner armando equipos de fútbol con los funcionarios de su mujer sirve para ilustrar este primer año de gobierno de Cristina: la mandataria gobernó desde el primer día con el acompañamiento omnipresente de su esposo, que siguió en contacto diario con el Gabinete como si nunca hubiera dejado de ser presidente. Igual que para el fútbol, Kirchner llama cada día a los principales funcionarios de la Casa Rosada para mantenerse al tanto de las novedades políticas y económicas de la coyuntura e incluso les ordena tareas o les exige que salgan a hacer determinadas declaraciones a los medios, según confesaron dos ministros y tres secretarios de Estado a "Río Negro".
El primer llamado al Gabinete que suele hacer en el día Kirchner es al secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa, al que le pide los detalles de la entrada y salida del dinero del Tesoro: el santacruceño es un obsesivo de "la caja" y, aunque ya no tenga cargo oficial en el Ejecutivo, igualmente se ocupa de conocer el estado diario de las arcas públicas.
Después pasa el día en diálogo constante con los ministros, sobre todo con los que se siente más cercano, como el titular de Planificación Federal, Julio De Vido, o el de Interior, Florencio Randazzo, una de sus principales operadores para las cuestiones partidarias.
Cristina, a su vez, no toma ninguna decisión de relevancia sin consultarlo, contaron fuentes del entorno presidencial. Kirchner estuvo y está detrás de cada acción que ejecuta su esposa, que debió acostumbrase en este primer año de gestión a ser la cara visible de la sociedad política conyugal en la que siempre había tenido un segundo plano.
El primer dirigente de peso que hizo pública esa situación fue el ex presidente Eduardo Duhalde, quien al inicio del año habló de que existía un "doble comando" en el gobierno. La primera reacción de los funcionarios K fue la de negar esos dichos. Pero con el paso de los meses el "doble comando" fue tan evidente que debieron admitir lo que pasaba. Sus confesiones privadas sobre las dificultades diarias de tener dos jefes son mucho más jugosas que sus dichos públicos sobre "lo importante que es tener a un ex presidente al que se le puede pedir consejo", según celebran para la prensa los funcionarios K.
"Es muy habitual que nos llame Néstor. Al principio era chocante pero el que creía que eso no iba a pasar mientras gobierne Cristina es porque no conocía al Flaco. Te doy un ejemplo: en un canal de noticias salió que yo estaba peleado con otro funcionario. A los cinco minutos me llamó Kirchner para pedirme que salga a desmentir de inmediato esa versión de que había internas", describió un ministro ante este diario, al que le pidió reserva de su nombre.
Hace pocas semanas, el propio Kirchner se sinceró e hizo público que cumple un rol tan determinante sobre su esposa, que incluso reveló fue él quién "le puso" a Julio Cobos como vicepresidente: "Cada mañana, Cristina se acuerda y me dice: ¡Qué vicepresidente que me pusiste, Néstor!", contó el santacruceño durante un acto en Necochea donde el líder de la CGT, Hugo Moyano, fue reelecto como jefe del gremio de los camioneros.
El papel determinante de Kirchner quedó al descubierto durante la crisis agraria que se consumió la primera mitad del 2008. El ex presidente vivió la guerra gaucha como una acción "destituyente" en su contra y tomó el control de la situación, organizando la estrategia del gobierno frente a los ruralistas e incluso dando encendidos discursos públicos en diferentes actos masivos a los que convocaba como presidente del PJ. Su plan de acción fue un fracaso. El propio ex jefe de Gabinete y ex mano derecha del matrimonio presidencial, Alberto Fernández, dejó trascender cuando renunció que Kirchner "boicoteó" cada una de las negociaciones con la Mesa de Enlace que él llevaba adelante, lo que terminó por convencerlo de que debía irse del gobierno que había fundado.
La máxima manifestación del "doble comando" ocurrió durante la mañana del 17 de julio, un par de horas después de que Cobos votara en el Senado en contra del aumento a las retenciones, lo que provocó una crisis política en el gobierno. Kirchner estaba tan desilusionado con lo que había ocurrido que pasó varias horas intentando convencer a su esposa de que debía renunciar a la Presidencia. Él mismo se dedicó a llamar esa mañana a distintos dirigentes, entre ellos los líderes piqueteros K, para comunicarles que él y Cristina "renunciaban" al gobierno. Hasta le pidió al secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, que redacte la renuncia de su esposa. Un grupo de funcionarios, entre ellos el ministro De Vido, hicieron lo imposible para intentar hacerlo cambiar de opinión. Y fue por eso, según contaron en Olivos, que la presidenta Cristina viajó esa tarde de derrota a la provincia de Chaco, adonde encabezó un acto de inauguración de un aeropuerto: "Andate para allá, así tenemos cinco horas para convencerlo a Kirchner de que renunciar era una locura", le aconsejó un ministro a la mandataria.
El plan, como es evidente, funcionó. Desde ese momento, y tras el paso de las semanas, Kirchner admitió que debía bajar su perfil y dejó de mostrarse tanto en público como durante la crisis agraria. Sin embargo, sigue co-gobernando como desde el primer día. Hasta se ocupa personalmente en dejar en claro que los funcionarios que lo acompañan de manera incondicional son sus verdaderos aliados en la gestión.
Su funcionario preferido, el secretario de Comercio Interior, por ejemplo, no es del agrado de su esposa, pero él se encargó de que siga en su cargo a pesar de las presiones para hacerlo renunciar, e incluso digitó sus últimas apariciones en actos públicos, que antes tenía vedados. Moreno volvió a las primeras filas de los actos oficiales, mal que le pese a la presidenta y a su jefe de Gabinete, Sergio Massa.
Cristina debió acostumbrarse a gobernar este primer año junto a Kirchner, y nadie en el gobierno cree que este método conyugal de toma de decisiones se vaya a modificar de aquí al 2011.
POR NICOLÁS WIÑAZKI