Aunque con algunos altibajos, el gobierno provincial llegó al final del 2008 con parte de los deberes cumplidos. Recibió la provincia endeudada y en medio de una crisis financiera, con los canales de diálogo con la oposición y los gremios cortados, una Justicia sumida en la descomposición y el desprestigio, y las relaciones con el gobierno nacional quebradas por la ciega ambición de un hombre.
Después de 12 meses de gestión a pesar de que subsisten buena parte de los problemas algunos de ellos están, si no definitivamente resueltos, al menos parcialmente encaminados. Aunque el ejercicio culminará con un déficit de 200 millones de pesos el Tesoro cubrió, a través de un nuevo endeudamiento, la mayor parte de las deudas con proveedores y contratistas. La prórroga de los contratos petroleros permitirá dotar a las arcas del Estado de un colchón de algunos centenares de millones de dólares e independientemente de que la efervescencia social se mantiene, el diálogo ha sido restablecido en todos los niveles, con los gremios, la oposición y los protagonistas de los conflictos sociales. La Justicia ha comenzado a recuperarse con la inclusión de algunas figuras independientes en el Tribunal Superior. Por último, las relaciones con Nación han dado un vuelco, de manera que la provincia comienza a recoger los primeros frutos con una cuota consistente de obra pública.
Pero la performance de la administración Sapag en su primer año tiene como contrapeso algunos males conocidos en los gobiernos del MPN. En primer lugar, y a pesar de que desde un comienzo Sapag denunció la complicada situación financiera heredada, el gobernador se cuidó muy bien de señalar a los responsables y también de condenarlos políticamente por sus responsabilidades, como si el crítico cuadro de situación fuera producto de una catástrofe natural y no el resultado de los actos deliberados de una camarilla que se libró a hacer negocios y a disponer a su antojo de los recursos del Estado.
Aunque desde la actual gestión se alega que nada se habría logrado "judicializando la política", la ausencia de denuncia y condena de la corrupción alimenta la sospecha, largamente enraizada en Neuquén, de que existe un acuerdo tácito para garantizar cierta impunidad entre los integrantes del grupo gobernante, del que forman parte los funcionarios que se fueron pero también los que hoy los reemplazan. En definitiva, se trata de miembros del mismo partido -y en algunos casos del mismo grupo interno- que gobierna la provincia desde siempre.
Esta cuestión se vincula también con la crisis financiera heredada, que no deriva de la falta de recursos -que fueron muy abundantes durante el último período de gobierno- sino de desacertadas decisiones del equipo gobernante anterior -como el endeudamiento innecesario en dólares- y del oscuro manejo de los recursos públicos, que quedó en evidencia con escándalos como el de Temux o el del enigmático financiamiento de la campaña presidencial del ex gobernador.
De esta forma, Sapag se vio obligado a apelar una vez más a los recursos hidrocarburíferos, principal riqueza de la provincia, hipotecándolos de cara a las futuras generaciones. Pero en lugar de denunciar a los responsables políticos de ese desmadre prefirió callar, alimentando la sospecha de que existe cierto grado de complicidad con lo anterior o, cuanto menos, alguna forma de continuidad.
Junto con la falta de un denuncia expresa de la corrupción y el prematuro compromiso del patrimonio energético de la provincia, el equipo gobernante presentó un flanco político: su excesiva prudencia no mereció ninguna reciprocidad por parte de sus compañeros de partido que lo precedieron en la función. Algunos ex ministros, como Silvestrini, la Junta de Gobierno del partido, en manos del sector sobischista, y el propio Sobisch no se privaron de cuestionar las políticas del actual gobierno. Inclusive, éste último amagó sobre el final del año con volver a la conducción del MPN.
La amenaza de ver a su antiguo aliado y actual adversario convertido en una suerte de árbitro de la política local, capaz de establecer lo que se debe y lo que no se debe hacer, obligó a Sapag a salir a enfrentarlo jugando su propia candidatura en la interna.
En el contexto descrito es posible hacer algunas previsiones. La relativa paz social alcanzada por el gobierno con los gremios y las organizaciones sociales será puesta a prueba nuevamente a partir de febrero de este año, cuando la actividad pública recupere su ritmo y se acerque el comienzo de las clases.
Junto al frente gremial y social, en permanente ebullición en Neuquén, el gobierno deberá atender un frente político mucho más activo que el del 2008, porque en el curso de 2009 se desarrollarán las internas del MPN y otras dos elecciones: las legislativas nacionales, en las que Neuquén renueva tres bancas de la Cámara de Diputados, y las de renovación parcial del Concejo Deliberante capitalino.
Por ahora la elección municipal no constituye un desafío de peso para el gobierno provincial. La relación de Sapag con Farizano es buena y el gobierno de la Coalición está demasiado preocupado en la resolución de sus propios problemas y en la trabajosa homogeneización de la fuerza propia como para constituir una amenaza.
La elección legislativa pinta como un reparto equitativo de fuerzas entre el kirchnerismo, la oposición -que muy probablemente se una, acaso detrás de una figura como la de Quiroga- y el MPN. Para el gobierno, la banca de diputado no es esencial y puede ser prenda de negociación de un acuerdo más amplio.
Pero, desde luego, la prueba más importante para el gobierno es la elección partidaria, en especial si Sobisch decide ser candidato, cosa que hasta el momento en que se escribían estas líneas no era para nada segura. En realidad, el ex gobernador necesita cubrirse las espaldas ante cualquier eventualidad judicial. Para eso debe hacer una demostración de fuerza o acceder a un cargo con fueros. Si Sapag se decide a enfrentarlo en la interna, es poco probable que pueda salir con la suya. Por eso es más factible que el ex gobernador trate de forzar algún tipo de acuerdo.
Dependerá de Sapag que esto sea posible o no. Pero si el actual gobernador se decide a dar batalla por el partido es probable que se encuentre frente a una oportunidad inmejorable para ponerle un cerrojo al pasado. Sapag ha experimentado hasta ahora un desgaste mínimo pero la consolidación de su liderazgo en el partido y en la provincia dependerán en buen medida de su propia decisión para dar vuelta la página de la historia.
HÉCTOR MAURIÑO
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