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Miércoles 02 de Enero de 2008
 
 
 
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  BAJA PERFORMANCE
QUIENES GOBIERNAN EN RÍO NEGRO ACTÚAN COMO SI TODO ESTUVIERA BIEN Y NO FUERA NECESARIO CORREGIR EL RUMBO. ALARMANTE TODO.
 
 

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La provincia de Río Negro es relativamente joven. Su poblamiento mayoritario estuvo vinculado desde sus orígenes al trabajo y a actividades económicas de riesgo.

En los años que siguieron a su provincialización, fue consolidando una clase media numerosa, y tiene polos de generación de cultura y conocimiento con méritos suficientes como para destacarse en el contexto nacional.

Sin embargo, por alguna razón, no ha podido aprovechar esas condiciones propias, unidas a una coyuntura internacional y nacional notoriamente favorable, como para despegar en un proyecto que permita potenciar sus recursos humanos y materiales. Por el contrario, su performance muestra una meseta o tiende a decaer, si se la compara en los distintos rubros con el resto de las provincias del país.

La paradoja de una geografía que ha permitido diversificar la economía y tener en varios sectores ventajas relativas notorias, frente a una economía que en el presente no muestra transformaciones significativas si se la compara con la de hace treinta o cuarenta años, es un desafío para los analistas. Algo similar al que ofrece la Argentina misma a los observadores internacionales.

En Río Negro, el sistema productivo primario ha soportado sin atenuantes las épocas de crisis. Y ahora, cuando el turismo y la fruticultura atraviesan una buena etapa por las circunstancias cambiarias favorables, no está en condiciones de aprovecharlo para ponerse a la altura de lo que exige este tiempo.

La superficie dedicada a la actividad frutícola no ha crecido estructuralmente desde los años 70 por la falta de inversiones transformadoras y de un aliento crediticio vinculado a un proyecto de desarrollo de largo aliento. En las áreas bajo riego, hay incluso superficie ociosa o relativamente desatendida.

En lo que hace al sector servicios, tiene déficit en áreas clave para promover el desarrollo de los demás rubros. Por tomar un ejemplo, sólo el 66% de la red de caminos de la provincia está pavimentada, mientras que en Neuquén esa proporción llega casi al 90%.

Y la distancia no es sólo en infraestructura, sino también en indicadores más preocupantes, como es la tasa de mortalidad infantil, una triste estadística que da pautas para evaluar el deterioro de la calidad de los servicios públicos esenciales en los últimos 30 años.

La mayoría de los aspectos que se tomen se vincula con la situación del Estado provincial, que arrastra la mayor deuda pública en relación con la población y con la situación económica relativa, y que ha perdido el tren de la modernización en planificación, en recursos humanos y en informatización.

Y nada de esto puede atribuirse a la maldad del gobierno nacional o a enemigo externo alguno. Por el contrario, la provincia ha tenido más apoyo económico nacional directo e indirecto que su vecina Neuquén, como lo reflejan las cifras de transferencias financieras nacionales y también los cuadros de distribución de los planes sociales y programas de desarrollo social.

La causa parece ser en cambio en la ausencia de

políticas de largo plazo que logren el todavía pendiente objetivo de integrar y complementar la diversidad de los cuatro ejes económicos y poblacionales que coexisten a los tirones en Río Negro.

Y esta falta de perseverancia en una transformación positiva hace a la paradoja más llamativa: es que desde hace 24 años la provincia está gobernada por el mismo partido. Sólo cuatro gobernadores pasaron en estos años, y pese a los matices, ha sido bajísima la tasa de renovación de personas en puestos de conducción.

Pero esta continuidad política no parece haber incidido en forma favorable en la profesionalización de los cuadros de funcionarios. En algunas áreas, en cambio, el organigrama muestra que hay menos profesionales universitarios hoy que hace dos décadas en puestos ministeriales y en los niveles de secretarios y directores.

En lo político, la continuidad de gobiernos que han sabido prometerse como productos "reciclados" de un mismo tronco político, ha contribuido a precipitar la crisis de numerosas agrupaciones partidarias. Y de esto ha derivado la pérdida de chance por la desintegración de los que debieron construir una alternativa al grupo gobernante y, además, el aumento del desinterés ciudadano por la actividad política.

Varias de las instituciones del Estado están vaciadas de contenido o en grave crisis. La mayoría de los órganos de control no son más que un coro funcional del gobierno, y la sociedad no parece encontrar el camino para transformar esa realidad por vías institucionales y participativas.

Lo curioso es que, por alguna razón, quienes gobiernan actúan como si todo estuviera bien y no fuera necesario corregir el rumbo. Por el contrario, perseveran en prácticas que han probado su ineficacia para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la provincia.

Una mirada en perspectiva permite advertir que no había en los orígenes productivos de Río Negro razones para suponer que ésta se convertiría en una provincia "Estado-dependiente". Tiene una economía fuerte y diversificada, y carece de esas aris

tocracias poderosas que han marcado el destino de otras como La Rioja, Catamarca o Santiago del Estero.

Sin embargo, cada vez se les parece más, aun con sus diferencias: la dirigencia con poder político en lugar de las viejas familias patricias. La caja del Estado en lugar de las fortunas coloniales. La atracción del gobierno como credo pagano en lugar de la devoción o sumisión a la fe de la Iglesia.

Pese al discurso progresista que han tenido los sucesivos gobiernos radicales en Río Negro, por ausencia de un proyecto o por ineficiencia en llevarlo a cabo, el resultado de la época ha sido fuertemente conservador del statu quo.

Cuando ya ha transcurrido la mayor parte de una década del siglo XXI, el Estado rionegrino no ha logrado todavía resolver cuestiones tan básicas como organizar un sistema de turnos en los hospitales que no obligue a personas enfermas a hacer cola durante toda la noche en procura de un turno para ser atendido. Y, en momentos en que a nivel nacional crece el consenso de que para mejorar la calidad de vida de la población es necesario fomentar la ciencia y la tecnología, Educación de Río Negro anunció que la reforma de Nivel Medio incluye la eliminación de Química, Física y Biología de la currícula. Esas materias serán reemplazadas por un taller de contenidos difusos y de práctica abierta al criterio de un docente.

Ahora, el localismo y la estrechez de miras amenaza con disgregar la Universidad Nacional de Río Negro antes de que nazca: el único debate que ocupa a los dirigentes es el referido al lugar que ocupará el rectorado. Nadie, en cambio, ha impulsado una exigencia de calidad, de excelencia. Como si una universidad sólo sirviera para pagar sueldos y alquileres en una ciudad determinada.

Todo proyecto político incluye una proporción de utopías. Pero sólo se realimenta a sí mismo si se avanza hacia convertirlas en realidad. Para eso son necesarios el compromiso, la sabiduría y la voluntad.

Si la política no encuentra su anclaje en la búsqueda del bienestar general, pierde la brújula.

   

POR ALICIA MILLER

amiller@rionegro.com.ar

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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