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Martes 02 de Enero de 2007
 
 
 
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  LAS CUENTAS PENDIENTES POR LA LUCHA ARMADA DE LOS ’70
EL ESTILO K -CONFRONTATIVO Y LENGUARAZ- ABRIO UN GRAN DEBATE EN LA OPINION PUBLICA, FATIGADA DE ODIOS.
 
 

POR NICOLAS WIÑAZKI

El que habla es Néstor Kirchner, el día que asumió como Presidente: “Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que éste, nuestro país, se podía cambiar para bien. Llegamos sin rencores pero con memoria. Memoria no sólo de los errores y horrores del otro. Sino que también es memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor que es aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión”.
Hay que reconocerle a Kirchner que cumplió su palabra. Gobernó estos tres años, y lo hará durante el 2007, haciendo referencia a las luchas políticas que su generación, la de los jóvenes militantes peronistas de la década del ‘70, siempre soñó impulsar desde el poder. Construyó buena parte de su consenso con los sectores medios llevando a su máxima expresión la lucha por los Derechos Humanos. Pero no sólo eso. Llenó su gestión de simbolismos y frases relativos a los ‘70. Ante la Asamblea de la ONU, en Nueva York, dijo que era “hijo” de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. A ellas les dio como nunca antes en la historia de la democracia un lugar en el corazón del poder. Escuchó todos sus reclamos. Las Madres, lideradas por Hebe de Bonafini, dejaron de marchar cada miércoles en la Plaza de Mayo. “Ya no hace falta”, explicó Hebe.
Kirchner no sólo escuchó a las Madres y Abuelas sino que también las hizo protagonistas de muchos de sus actos. El 25 de mayo las subió al palco de su multitudinaria “Plaza del Sí”. Allí dio un breve discurso y soltó como al pasar un “Volvimos”, una obvia alusión a que en 1973 Juan Perón había echado del Plaza de Mayo a las columnas de la agrupación Montoneros al grito de “imberbes” y “estúpidos”.
Las referencias a la violencia política de los ‘70 surca la gestión presidencial a cada momento. Durante el homenaje funerario a Perón en San Vicente, por ejemplo, las tensiones entre distintos sectores del peronismo fue evidente. Fue un acto organizado por los viejos representantes del gremialismo ortodoxo, históricamente enfrentados a la izquierda peronista. Cuando el féretro con el cuerpo de Perón se detuvo en la CGT, volvieron los viejos rencores internos del Justicialismo: “¡Ni yanquis ni marxistas! ¡Pe-ro-nis-tas!”, gritaron los sindicalistas. Dicen que Kirchner enfureció en la Quinta de Olivos cuando le contaron lo que estaba pasando allí.
¿Pero es bueno o malo para el país que el Presidente haga referencias constantes a la década del ‘70? ¿Ayuda o sólo genera odios y divisiones en la sociedad? ¿Lo condiciona la violencia política de los ‘70 a la hora de gobernar?
El escritor Marcelo Larraquy, autor de los libros “Galimberti”, “López Rega” y “Fuimos Soldados”, no cree que la agenda económica y política de Kirchner esté ligada al pasado. “En cuanto al enfrentamiento interno del peronismo de los años setenta, me parece que no tiene gravitación en las negociaciones políticas actuales”. Por su parte, el consultor Rosendo Fraga, titular del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, dice que es evidente que los años ‘ 70 son asumidos como un valor político para Kirchner. Pero que la mayor parte de la sociedad no se muestra preocupada ni interesada en ese aspecto. “Existen otras prioridades, como la inseguridad pública”, explica.
Sectores ligados a ex militares reivindicaron en actos públicos a la dictadura y protestaron porque, según ellos, el Estado no recuerda a las “víctimas del terrorismo”. Estos sectores no son mayoritarios y en sus actos apenas juntaron cientos de manifestantes. Pero es cierto que hasta la llegada de Kirchner al poder no salían a la superficie. Dirigentes como Elisa Carrió y Raúl Alfonsín coinciden en las críticas al Presidente. Dicen que lo único que gana con sus modos es crear más “antagonismos”. Pero desde el mismo gobierno, ex militantes peronistas, como Carlos Kunkel, consideran que desde su lado ya se hizo una autocrítica y que no se defiende a los métodos de Montoneros. “Nadie de nosotros reivindicaría el asesinato de Aramburu”.
Para la periodista y socióloga Silvina Walger, también ella militante en los ‘70, “es sumamente positivo que Kirchner se haya ocupado de los derechos humanos, lo que es discutible es el modo en que lo hace. Decir ‘volvimos’ es irritar gratuitamente. Aunque personalmente no creo en reconciliaciones. En países con una tragedia como la nuestra no hay caminos correctos para superar las heridas. Uno puede pensar en un modelo como el sudafricano con su Comisión de la Verdad y Reconciliación. Pero esto no es Sudáfrica ni hay ningún Mandela. Aquí nadie esta preparado ni tiene ganas de arrepentirse de nada. Creo que solo el tiempo cicatriza en parte estas heridas. Y el kirchnerismo es la manera argentina de resolver este tema. No es bueno ni es el ideal, pero es lo que hay”. Juan Bautista Yofre, ex jefe de la SIDE, autor del libro “Nadie fue”, un raconto de los episodios que cívico-militares que culminaron con el golpe del ‚76, cree que Kirchner está equivocado: “Hay algo que me separa de Kirchner y es toda esta política de venganza y persecución mas que de reparación. En mi caso, abandoné la Argentina en medio del Proceso y volví sin ninguna clase de resentimientos. Tanto es así que respalde la política de Menem en su aspecto fundamental: Indulto a los militares y los miembros de las organizaciones armadas. Ellos también, “los que pelearon”, eligieron darse la mano y pelear por un destino común”. Los analistas coinciden, con matices: con sus políticas de Derechos Humanos, el Presidente se ganó la simpatía de los sectores progresistas. Para algunos, se trata sólo de pragmatismo y no de convicción, ya que Kirchner en los ‘70 no fue un militante destacado e incluso durante el Proceso apoyó a los militares en Santa Cruz, según publicó la revista “Noticias”. Horacio Verbitsky, periodista y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), organismo del que el Presidente tomó varios proyectos como el retiro del Colegio Militar de los cuadros de Jorge Videla y Reynaldo Bignone, dijo que investigó cómo actuaba Kirchner antes de ser Presidente con respecto a la dictadura: durante el Proceso no fue un militante activo sino que se dedicó a la profesión, pero luego siendo gobernador de Santa Cruz organizó varios actos de repudio contra el terrorismo de Estado, especificó.
Desde que llegó a la Presidencia esa actitud aumentó. Hay quien dice que fue sin demasiado esfuerzo ni costos, porque los sectores ligados a la dictadura a los que ataca ya no tienen el poder que tenían en el pasado. Pero para otros Kirchner es todo un héroe que se enfrenta a tenebrosos sectores con mucho poder de daño. Esta última tesis se maneja en la Casa Rosada. El Gabinete considera, por ejemplo, que la desaparición del testigo Julio López buscaría desestabilizar al Gobierno y que eso es una prueba del poderío que aún conservan los grupos ligados al Proceso.
El tiempo dirá si los aportes de Kirchner ayudarán o no a zanjar un debate que permanece abierto hace tres décadas.

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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