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Martes 02 de Enero de 2007
 
 
 
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  EL FUTURO POLITICO
  DIFICILES ACERTIJOS DE PREVISIBILIDAD
BAÑOS DE REALISMO,
REACTUALIZACION DE LA DOCTRINA PERONISTA Y DEVALUACION DE LAS OFERTAS OPOSITORAS.
 
 

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POR ARNALDO PAGANETTI

¿Es la relativa prosperidad de la era Kirchner, con todas sus imperfecciones y situaciones de iniquidad social, sólo una estrella fugaz en el horizonte nacional, o un fenómeno de carácter permanente que ha llegado para cambiar la historia? Quemada por tantas esperanzas frustradas y afectada por el carácter ciclotímico, violento y ventajero de muchos de sus casi 40 millones de habitantes, la Argentina sigue cautivando con sus riquezas naturales y su Buenos Aires europeo y, a la vez, planteando difíciles acertijos de desarrollo y previsibilidad, comunes a los latinoamericanos.
Para el consultor Jorge Giacobbe, el gobierno marcha hacia la incorporación de mayores dosis de realismo, después de haber impulsado algunas “quimeras personales” que en algunos casos coincidieron con el imaginario colectivo, en otras no tanto, y en las restantes en nada.
El ultra K Carlos Kunkel dice que está claro que se avanza en un proceso de reindustrialización, para lo cual son imprescindibles obras de infraestructura energéticas y de transporte. La meta principal, según el diputado, es consolidar el mercado doméstico a través de la redistribución de la renta, que por un lado garantizaría la justicia social y por el otro bajaría los niveles de tensión que tuvieron su punto culminante en la crisis de diciembre de 2001.
Kunkel apunta que no hay que descuidar las exportaciones ni la educación, ni la expansión de la recaudación impositiva, para acudir con pesos a las áreas donde no llega la inversión privada. Brega el legislador por brindar una rentabilidad razonable y una economía capitalista complementaria como sucede en Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo.
No cree que haya nubarrones por los enjuiciamientos a quienes durante la dictadura asesinaron, violaron, torturaron o se enriquecieron a costa de la ciudadanía. Indica que son delitos de lesa humanidad y no ideológicos y que si las causas no concluyen en el país, los imputados podrían ser extraditados. Distingue de la situación originada a raíz del reciente deceso del dictador chileno Augusto Pinochet. “No tenía el generalizado desprecio de los militares argentinos”, sorprende.
El ex presidente Raúl Alfonsín, hoy uno de los motores de la candidatura opositora de Roberto Lavagna, se siente decepcionado de Kirchner. Cuenta que luego del triunfo legislativo oficialista de octubre de 2005, esperaba que la Rosada abriera el diálogo con los partidos. Para él, el futuro de la Nación en los diferentes campos pasa por conversar y consensuar. “Sin embargo -denuncia el Presidente- se aglutinó con los suyos y nos ignoró, en un gesto de acumulación de poder y de cooptación de referentes de otras fuerzas...parece dirigirse sin desvíos hacia una hegemonía alejada de las instituciones de la República”.
Giacobbe admite que una de las dificultades de Kirchner es que no reconoce los límites de su nueva función. “Es un hombre que proviene de territorios amplios sin nada a la vista, lo que lo lleva a pensar que las fronteras no existen”. El analista agrega que el pingüino se va adaptando a la realidad (después del traspié comicial de Misiones, sobre todo) y acepta que hay otros poderes al margen del suyo. “Su lema es ensayo y error”, machaca.
Kunkel acepta el pragmatismo K, pero es implacable con “los sectores que tuvieron muchos privilegios durante el reinado de las políticas liberales y que hoy siguen conservando influencia, tratando de volver al sistema que eclosionó” en el fin del mandato de Fernando De la Rúa. Se muestra respetuoso de los marcos constitucionales, afirma que no hay autocrítica en las fuerzas represivas del pasado ni en el vicario castrense Antonio Baseotto, quien “sigue pensando en tirar personas al mar”, remarca. En este punto, revela que como contrapartida el gobierno de Kirchner no reivindica la violencia guerrillera de los años 70. “No resaltamos lo que se hizo con el general (Eugenio) Aramburu hace 36 años”, vuelve a sorprender.
Para Alfonsín son varios los puntos críticos de la administración K: la principal -dice- es el fracaso por mejorar el ingreso de millones de personas que aún viven en la pobreza, en medio de un crecimiento imponente. Alerta sobre la crisis energética, que podría agravarse por la falta de previsión, a pesar de la fuerte bonanza económica remolcada por “la enorme aspiradora de materias primas en que se han convertido China e India”. El líder radical advierte también sobre el colapso en ciernes del sistema de jubilaciones y pensiones y sobre la carestía de la vida.
“Si bien el gobierno ha podido mantener la inflación en un 10 por ciento anual, lo hace con un control que actúa como un corset sobre los productos, esencialmente los de primera necesidad. Los argentinos ya sabemos - ¡si lo sabré yo! -, lo que la inflación hace sobre la economía familiar y el mercado”.
No seamos tan despiadados y detengámonos por un instante en los éxitos de Kirchner. “Es conservador en economía y audaz en política - responde Giacobbe -, es duro con los rivales y desconfiado hasta con los propios. Aunque parezca mentira, son virtudes de un estadista en la ´circunstancia´ en que le ha tocado gobernar”.
Kunkel tiene una visión esencialmente peronista. “Adaptamos hoy las concepciones doctrinarias y políticas de los 40 y 50. El problema es que luego, culturalmente, se enraizó un disvalor muy fuerte, el individualismo y la mentira”.
Alfonsín destaca que el buen andar del gobierno se asienta en el crecimiento sin pausa de China e India y en el alto precio de los commodities (cereales, carne, minerales). Reconoce que la decisión de mantener un dólar alto “es un punto crucial que impulsa, además, a los industriales locales a exportar manufacturas, al tiempo que permite el ingreso de montos importantes de divisas fuertes”.
Giacobbe, especialmente, comenta que uno de los puntos flojos de Kirchner es su intransigencia. “Es casi un infantilismo pensar que con su sola voluntad alcanza”, apunta aunque luego acota que en su aprendizaje como Presidente entendió que “se hace no lo que se quiere sino lo que se puede”.
Kunkel pone el acento en el desvastador golpe del 76, que provocó una gran concentración económica e influyó negativamente en las fuerzas políticas y gremiales. La recomposición fue lenta y en algunos casos hubo congelamiento en las estructuras políticas. “Nuestro viejo y sabio General nos enseñó que las revoluciones se hacen con sangre y tiempo. La sangre ya la pusimos, y el tiempo también...ahora la vamos a hacer”.

NI AMOR, NI ODIO
Inclinado a las encuestas, Giacobbe saca conclusiones en base a números: “Son muy pocos los que odian y aman a Kirchner. El 90 por ciento de la población ya no ama ni odia a sus presidentes, solo los evalúa”. Comenta luego que hubo “abusos” del patagónico en los tres primeros años de gestión, y acepta que cosechó „adversarios corporativos, más interesados - ironiza- en ´civilizarlo´ que en derrotarlo”.
Alfonsín discrepa. “Al Presidente -razona- le gusta confrontar, hablar mucho en público y enfrentarse a todos. Con los partidos, con la Iglesia, con el empresariado, con los obreros o los periodistas, en fin, con todo aquel que lo critique o que manifieste que no le gustan algunas cosas de su gobierno”.
“Es más -arriesga- en algunos sectores existe el ´miedo´a cuestionar algunas posturas oficiales por temor a una respuesta furibunda o represalias. El Presidente parece situarse en lo que el filósofo alemán Karl Smith teorizó sobre “amigo o enemigo”.
¿Y la oposición estructurada no tiene nada que aportar? Giacobbe habla de que la sociedad se “ha deshilachado” en infinidad de ismos: menemismo, cavallismo, frepasismo, radicalismo, duhaldismo, ibarrismo, juarismo, rovirismo, etc...Ante el desarme del sistema - opina -, debería sobrevenir un armado con nuevas identidades. “La pregunta del millón -expone- es cuanto durará este proceso y como lo transitaremos. Durante un tiempo Argentina tendrá que sostener un sistema con actores políticos adiestrados para pertenecer a grandes mayorías que ya no existen, inhábiles para la circunstancia”.
Alfonsín da una respuesta clásica: “Una oposición atomizada no ayuda a la institucionalidad democrática. La dispersión de fuerzas le da al gobierno la sensación de que puede hacer lo que quiera. Eso se nota en el Congreso Nacional. Los proyectos parten en su mayoría del PEN y los legisladores del oficialismo lo votan a libro cerrado. Lo que ocurrió en Misiones fue un golpe certero a la forma de gobierno del Presidente...la elección era por el no o por el sí, sin ideología. Esto no se va a repetir a nivel nacional”.
Kunkel se muestra confiado en la continuidad del proyecto K a través de Cristina Fernández. Relativiza el papel de las fuerzas liberales enfrascadas en su debate interno. “El liberalismo tiene unos 10 candidatos de derecha cuando difícilmente llegarían al 15 por ciento del total de los votos. Como no nos gusta la paz de los cementerios, esperamos por el bien de la democracia que se reagrupen para 2011 detrás de una propuesta seria y coherente”. Rechaza los cuestionamientos y asegura que no hay actualmente con quien sentarse a conversar. “No quieren dejarnos trabajar, se quejan de que nos apuramos y que somos hegemonistas. Pero se olvidan que nombramos una Corte que no es adicta ni mucho menos y que en el Consejo de la Magistratura casi todas las decisiones se toman por unanimidad”.
Giacobbe llama a abandonar las viejas categorías de definición ideológica. “¿Se han ido a la nada? No -contesta- la población está en la búsqueda y esa búsqueda es volátil. Kirchner tiene una única apoyatura, que es el acierto. Mientras para la mayoría acierte más de lo que desacierta, será el líder político. Si alguna vez esta situación se modifica, la población buscará otro liderazgo”.
Kunkel se apoya “en la representación masiva del peronismo”, sin abjurar de una concertación plural con radicales y socialistas como Guido Di Tella, Julio Godio y Héctor Caballero. Indicó, en sintonía con Giacobbe, que las listas de diputados se van transformando elección tras elección. “La renovación será profunda, pero debemos ser pacientes, firmes y flexibles. Cada dos años hay elecciones y hay que madurar”.
Alfonsín enfoca para otro ángulo. Como genuino dirigente de la UCR, apoya alianzas “con el progresismo”. Acepta a la izquierda y al centro, pero no la derecha, a la que descalifica “porque nada nos une con esa ideología”.

KIRCHNER ENFRENTA DILEMAS INTERNOS

POR STELLA GARNICA

En un año de las elecciones, Néstor Kirchner mantiene la incógnita sobre su reelección y, mientras avanza en el armado político que le asegure el triunfo, enfrenta los primeros dilemas internos en la “concertación plural” que aglutina peronistas, radicales, ex frepasistas, piqueteros y dirigentes provinciales.
El virtual lanzamiento del vicepresidente Daniel Scioli a la gobernación bonaerense, como el acercamiento a Estados Unidos y el distanciamiento con el venezolano Hugo Chávez, generaron las primeras reacciones de piqueteros oficialistas que temen un giro del gobierno a la derecha y un acercamiento al PJ tradicional. Aunque tenía casi armado el esquema para las elecciones de este año, Kirchner, “el gran elector”, apoyaba reelecciones indefinidas de los gobernadores aliados. Pero tras la derrota del misionero Carlos Rovira se despegó de esos proyectos de perpetuidad en el poder, incluso -aparentemente- del propio. Casi como un boomerang, cayeron después de Misiones las reelecciones de quienes le garantizaban un triunfo en otras provincias, como Felipe Solá en Buenos Aires y Eduardo Fellner en Jujuy.
La posibilidad de que la sucesión quede en manos de la primera dama, Cristina Fernández, lanzada desde el oficialismo, puso en duda la reelección de Kirchner cinco meses después de que el kirchnerismo colmara la Plaza de Mayo al cumplirse tres años de mandato, en apoyo a la “continuidad del gobierno en el 2007”.
No obstante, así como la oposición tiene problemas para formar una coalición, el oficialismo escucha todos los días la opinión de una sociedad que asiste a una crisis permanente de representación, que implosionó en el 2001 y que parece aún lejos de resolverse. Con un peronismo y un radicalismo fragmentados en tres, Kirchner enfrenta -con el poder real en sus manos- un escenario parecido al del 2003, cuando llegó a la Presidencia con el 22 por ciento de los votos. El Presidente intenta a través de sus “ingenieros” políticos armar desde el gobierno nacional la estructura que en cada provincia y municipio lo lleve a una victoria similar a la del 2005, que destruyó al aparato duhaldista que ahora en su mayoría le responde de la mano del diputado José María Díaz Bancalari. Kirchner arma y rearma frentes con distintos partidos, -si es necesario apoyará “varias listas” en cada distrito- teniendo en cuenta a “jefes territoriales” que le aporten la mayor cantidad de votos a nivel nacional. En ese escenario, posterga la definición de candidaturas hasta marzo mientras “mide” la imagen de dirigentes. El kirchnerismo tiene también problemas en distritos clave a la hora de contar votos, como la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, donde no encuentra a candidatos a gobernador que le garanticen la victoria.
Resta saber qué decisión tomará Kirchner en cuanto al reclamo de normalización del PJ nacional -intervenido por la Justicia desde marzo del 2004- y el papel que jugará la centroizquierda dispersa. Ambos sectores que conviven en el Frente para la Victoria.
Una primera pelea interna se vivió durante el traslado de los restos de Perón a la quinta de San Vicente, donde dirigentes del PJ y sindicalistas que apoyan al gobierno terminaron a los tiros y opacaron la fiesta en la que el Presidente se iba a mostrar por primera vez, cerca del PJ, justamente, en el “Día de la Lealtad”. 
“El candidato será pingüino o pingüina”. La frase se le escuchó decir al Presidente, en una estrategia que muchos atribuyen al supuesto temor de afrontar un desgaste que pondría en riesgo la gobernabilidad a mitad de la próxima gestión.
(DyN)

 

   
   
 
 
 
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